Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Carta

Canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II

Juan Pablo II

1 de junio de 2014


Temas: Juan Pablo II.

Publicado: BOA 2014, 170.


La celebración del 27-4-2014 en Roma fue un acontecimiento realmente histórico. En ocasiones quizás abusamos de esta expresión, pero en relación con lo vivido hace algunas semanas, es ajustada. La canonización fue fijada intencionadamente en el Domingo de la Divina Misericordia, fiesta instituida por Juan Pablo; y el papa Francisco desea que su ministerio transite por los senderos de la misericordia.

Después de haber dedicado la carta anterior al papa san Juan XXIII , hoy quiero invitar a todos a bendecir a Dios por la persona, la vida y el ministerio de san Juan Pablo II. Fue elegido papa el 16-10-1978 , y el 22-10-1978 dio inicio a su ministerio como Pastor universal de la Iglesia; por ese motivo, celebramos ese día su memoria litúrgica. El 13-5-1981 sufrió un grave atentado en la plaza de San Pedro ; años más tarde, visitó a su agresor en la cárcel y le perdonó.

Juan Pablo II ha sido canonizado pocos años después de su muerte, acontecida el 2-4-2005 . Los signos de su santidad fueron percibidos claramente por quienes estuvieron cerca de él, y Dios avaló con su poder esa percepción. Pronto se levantaron voces que pedían su canonización, como, por otra parte, había ocurrido también con Juan XXIII; Dios nos ha visitado a través de estos papas santos.

El papa Juan Pablo II posee unas dimensiones de auténtico gigante. Fue “magno” por la duración de su pontificado, casi 27 años, uno de los más largos de la historia de la Iglesia; por la profundidad de sus reflexiones; por las coordenadas en que situó su ministerio, en el horizonte del año 2000, en el paso de la Iglesia a un nuevo milenio; por la consideración del Concilio Vaticano II como la “piedra miliar” de la renovación de la Iglesia y de la puesta en marcha de una nueva evangelización en el mundo moderno; por las Jornadas Mundiales de la Juventud, que a él son debidas; y obviamente, por su magisterio, impartido en encíclicas, exhortaciones, constituciones y cartas apostólicas, así como en el Catecismo de la Iglesia Católica , publicado el 11-10-1992 —coincidiendo con el comienzo del Vaticano II , al que reconoció como brújula para la Iglesia en nuestro tiempo—, en la promulgación del Código de Derecho Canónico, y en sus constantes intervenciones. La huella del papa Juan Pablo II ha sido muy honda en la historia de la Iglesia, y también de la humanidad, ya que su colaboración fue decisiva en la desintegración del comunismo como forma de estado, reivindicando el respeto a la libertad y dignidad de la persona y al carácter subjetivo de la sociedad. Su mirada fue siempre larga y penetrante.

El periódico de la Santa Sede L’Osservatore Romano, en un número extraordinario publicado con motivo de la canonización de los dos papas, ha hecho pública una fotografía que representa a Juan XXIII recibiendo a los obispos polacos la víspera del inicio del Concilio Vaticano II. Entre ellos aparece Karol Wojtyla, es decir, Juan Pablo II, entonces joven obispo auxiliar de Cracovia, que participó en los cuatro periodos conciliares, y colaboró como experto —era profesor de Ética— en la preparación del capítulo IV de la primera parte de la Constitución Gaudium et spes . El famoso teólogo P. Henri de Lubac dejó constancia de la impresión que le produjo en una larga entrevista (BAC, Madrid 1985, p. 54): «Dios guarde en vida muchos años al papa actual, pero yo personalmente tengo un candidato para sucederle: el obispo auxiliar de Cracovia». En efecto, le sucedería, pero después de Juan Pablo I, que fue definido como “una sonrisa fugaz”, ya que su ministerio papal duró poco más de un mes. Las relevantes cualidades de Karol se impusieron a su juventud y a su condición de no italiano.

Guardo muchos recuerdos personales del papa Juan Pablo; he aquí algunos. Cuando se celebró la IV Jornada Mundial de la Juventud, los días 19 y 20-8-1989 en Santiago de Compostela , yo era obispo auxiliar desde hacía algo más de un año. Pues bien, la noche del sábado, los peregrinos habían pasado frío en el Monte del Gozo; las condiciones del terreno no eran muy adecuadas. Pero cuando llegó el Papa el domingo por la mañana y subió al estrado donde estaba el altar de la celebración, comenzó a saludar aproximadamente con estas palabras: “Buenos días, el sol —que aparecía ya y comenzaba a calentar el anfiteatro natural donde estaba recostada la multitud—, Cristo el Sol, la alegría del domingo, el gozo, el Monte del Gozo…”. Y a medida que iba pronunciando el saludo, los jóvenes iban desperezándose y aplaudiendo; en pocos minutos cambió el rostro de todos y el aspecto del monte. Se creó un precioso ambiente de fiesta; la noche y las incomodidades quedaron atrás, y por delante teníamos la Eucaristía a punto de comenzar .

Siendo obispo de Bilbao, en una visita ad limina, el obispo auxiliar, Mons. Carmelo Echenagusia, y un servidor pudimos conversar con el Papa. De entrada, nos preguntó: “En el País Vasco hay violencia terrorista; ¿qué hacen ustedes por la pacificación?”. Nosotros le contamos qué actitudes, comportamientos e iniciativas particulares asumíamos, entre ellas la peregrinación al Santuario de Urkiola, lugar emblemático de la Diócesis de Bilbao. Nos escuchó atentamente, y al final nos dijo: “Muchas gracias; continúen actuando así”. Se puede comprender qué ánimo nos infundió el reconocimiento del Papa.

Tengo muy viva la impresión que me produjo la inolvidable celebración del primer Domingo de Cuaresma del Año Jubilar 2000, en la que Juan Pablo II pidió perdón por los pecados de la Iglesia en la historia ; para mí fue una de sus celebraciones estelares, en tantos años de ministerio como sucesor de Pedro y pastor de la Iglesia universal. El recuerdo del Papa abrazado a una impresionante imagen de Jesús crucificado y mirándole al rostro me ha acompañado siempre; aquella petición de perdón está en los cimientos de la nueva evangelización.

El papa emérito Benedicto XVI escribió en una evocación que le pidieron con ocasión de la canonización: «Mi recuerdo está lleno de gratitud. Estoy seguro de que todavía hoy su bondad y su bendición me protegen». «Que Juan Pablo II era un santo me fue quedando cada vez más claro durante los años de colaboración con él. Naturalmente, ante todo hay que tener en cuenta su intensa relación con Dios, ese estar inmerso en la comunión con Dios mediante la oración; de ahí le venía la alegría en medio de las grandes fatigas, y la valentía para afrontar las tareas difíciles».