Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Libro

Año de la fe 2012-2013

Un obispo comenta el Credo

Septiembre de 2013


Temas: fe y Credo (Año de la fe).

Publicado: BOA 2013, 525.


(Presentación de: Ricardo Blázquez, Un obispo comenta el Credo (BAC popular, 194), Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2013, 112 pp.)

El papa Benedicto XVI convocó el Año de la fe con la Carta Porta Fidei, publicada el 11-10-2011 , y lo inauguró el mismo día del año siguiente , coincidiendo con el cincuenta Aniversario de la solemne apertura del Concilio Vaticano II . El 11 de octubre es una fecha cargada de resonancias importantes en la Iglesia de nuestro tiempo.

Hacia las nueve de la noche, Benedicto XVI se asomó por la misma ventana que Juan XXIII a la plaza de San Pedro, iluminada por miles de antorchas que habían portado procesionalmente los participantes, entonces y ahora. Era un espectáculo impresionante. El Papa habló de la esperanza colmada de entusiasmo de hace cincuenta años, y de la esperanza sobria y humilde que, después de muchas pruebas, la Iglesia mantiene con vigor. No es ya una esperanza potenciada por la euforia, sino una esperanza perseverante y paciente.

En la Carta Porta Fidei, el Papa nos invitó a unir la conmemoración del Vaticano II, el mayor acontecimiento de la historia de la Iglesia en los últimos decenios, y la renovación de la fe. Jesucristo convoca hoy a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, como un mandato siempre nuevo: «Es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización, para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe» (n. 7). Alentar la fe en Dios, revelado en Jesucristo, es la prioridad pastoral de la Iglesia en nuestro tiempo y particularmente en nuestras latitudes; sin una fe serena, gozosa y vivida con gratitud a Dios, es muy difícil la participación personal en la evangelización requerida hoy. Como el mandamiento principal consiste en amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo (cf. Mc 12,28 ss.), la evangelización, hoy y siempre, debe unir la fe en Dios y el amor al prójimo. El amor al prójimo abre las pupilas para ver a Dios, y el amor a Dios nos remite como buenos samaritanos a las periferias existenciales donde se hallan los hombres. La fe y el amor deben caminar unidos; la fe sin la caridad es estéril y escasamente evangelizadora, y el amor sin la fe, por la que el hombre se apoya en la solidez de la Verdad de Dios, oscila entre sentimientos movedizos y búsquedas a tientas. La fe y el amor se necesitan mutuamente.

La fe es como una puerta (cf. Hch 11,17; 14,27; 15,8-9; 16,6-10; 1Co 16,9; 2Co 2,12; Col 4,3) que abre el acceso a Dios. Desde los orígenes de la historia de la Iglesia, Dios, con su providencia, va abriendo la puerta al anuncio del Evangelio con palabras y obras, para que todos los hombres puedan recibir su gracia salvadora. Al creer, atravesamos una puerta que nos introduce en el camino de la fe y en su dinamismo.

El Año de la fe comenzó el 11-10-2012, en el marco de la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana , con una espléndida celebración, en la que abundaron signos que evocaban el Concilio. Además de la recepción por un grupo de personas, de manos del Papa, de los mensajes de los padres conciliares dirigidos a la humanidad , fue entregado también el Catecismo de la Iglesia Católica , promulgado a los treinta años del comienzo del Concilio . Todo confluía en la necesidad de actualizar el Vaticano II desde la clave fundamental de la fe.

Cuando estaba ya avanzado el Año de la fe, el papa Benedicto XVI anunció, el 11-2-2013 , su decisión de renunciar libremente al ministerio de obispo de Roma y sucesor de Pedro, a partir del 28 del mismo mes. El 13-3-2013 fue elegido el papa Francisco ; el tiempo transcurrido muestra tanto la concordia en la unidad del ministerio papal como la vitalidad renovadora de la Iglesia.

Acabamos de recibir la Encíclica Lumen fidei sobre la fe, firmada por el papa Francisco el 29-6-2013 , en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. La autoridad de la Encíclica es del papa Francisco, pero la autoría, como él mismo ha reconocido, es en gran parte de Benedicto XVI; la doble procedencia es un gesto de fraternidad y de humildad de ambos, uno por entregar los materiales al sucesor y el otro por recibirlos del predecesor. Para los meses restantes del Año de la fe, esta Encíclica nos presta un servicio estupendo.

Siguiendo la sugerencia del Papa a los obispos, el 8-9-2012 publiqué una carta dirigida a los fieles de Valladolid, titulada Ante el Año de la Fe. «Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,5) , que concluía con dos invocaciones a la Virgen María en la Fiesta de su Natividad: “Ven con nosotros al caminar” y “Sostén el ritmo de nuestra espera”. María dijo “sí” a Dios: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), abriendo su corazón y su vida al designio divino. María fue feliz porque creyó a Dios (cf. Lc 1,45), y su ejemplo nos enseña que en la fe hay reservada una dicha (cf. Jn 20,29; Rm 15,13).

Otra iniciativa que he tomado, a desarrollar durante el Año de la fe, ha consistido en publicar en cada número de la revista Iglesia en Valladolid un comentario sobre los diversos artículos o párrafos del Credo Apostólico, siguiendo de cerca el Catecismo de la Iglesia Católica; en estas páginas se recogen esas entregas periódicas. La presente exposición, escrita por un obispo y dirigida a sus diocesanos, quizá pueda ayudar a otras personas, cuando estamos ya en el último tramo del Año de la fe.

Es una exposición breve, de carácter bíblico y teológico, espiritual y pastoral, que tiene en cuenta la literatura con historia y comentarios del Símbolo de la fe cristiana. El Año de la fe es una oportunidad para conocer y amar más profundamente lo que creemos, y para vivir con mayor fidelidad y transmitir con un empeño más decidido el don de la fe, que hemos recibido de Dios y compartimos en la Iglesia. Pedimos a Dios que, si aumentan las dificultades para la vida y el anuncio del Evangelio, aumente también en nosotros el aprecio y la gratitud por el inmenso regalo que es la fe en Dios.