Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Carta

Exhortación Apostólica “Evangelii gaudium”

16 de febrero de 2014


Temas: Exhortación Apostólica Evangelii gaudium.

Publicado: BOA 2014, 8.


Evangelii gaudium fue dada en Roma el 24-11-2013 , día de la clausura del Año de la fe , y cubre dos funciones: por una parte, es la Exhortación Apostólica solicitada por el Sínodo de los Obispos celebrado en octubre de 2012 sobre la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana ; por otra, y esto sobre todo, es un escrito programático del papa Francisco, ya que ofrece detenidamente aspiraciones, líneas generales, perspectivas y orientaciones para la Iglesia en el momento actual. Lo dice claramente al comenzar: «En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora (...) e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años».

Las palabras que sirven de título expresan la tónica de la Exhortación: «La alegría del Evangelio (Evangelii gaudium) llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús». La predicación y la vida entera de Jesús es Evangelio, Buena Noticia; por ser Buena Nueva, o Alegre Noticia, derrama el gozo en quienes la acogen; y los mensajeros del Evangelio deben transparentar la alegría que ha cambiado su vida y a la que invitan a los oyentes.

Atraviesan el documento entero tres constantes que lo caracterizan:

  • 1. La alegría del encuentro con Jesucristo y el gozo de evangelizar.
  • 2. La transformación de la Iglesia por la misión.
  • 3. La dimensión social de la evangelización.
  • Me detengo brevemente en cada una de estas perspectivas.

    1. Es estimulante escuchar, en medio de las desazones, las inquietudes y la indignación que nos producen tantos acontecimientos, que es posible la alegría, y que esta alegría debe ser signo del cristiano. El gozo en las pruebas manifiesta la originalidad del Evangelio (cf. 1P 4,13-14); un evangelizador triste es un triste evangelizador, podemos decir recordando las palabras geniales e ingeniosas de santa Teresa de Jesús: «Un santo triste es un triste santo». El Evangelio es una invitación eficaz a la alegría por la cercanía de Dios (cf. Flp 4,4-5), que es amor y misericordia, fuente de paz y de esperanza; hay gozo en la fe y en su testificación. Con una pizca de humor, el Papa escribe que no debemos ser cristianos de «una Cuaresma sin Pascua» (n. 6), y que «un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral» (n. 10). El Papa nos llama a recuperar la frescura original del Evangelio, de donde brotan nuevos caminos, métodos creativos y palabras cargadas de un significado renovado para el mundo actual (n. 11).

    2. En el capítulo primero, el Papa expone una de sus claves y de sus insistencias desde el comienzo de su ministerio como obispo de Roma y sucesor de Pedro: debemos subrayar el carácter misionero de la Iglesia. Hay que “salir”, como Abrahán y como los Apóstoles, para cumplir la misión confiada por el Señor; no salimos para curiosear, sino para evangelizar. La dicha de la Iglesia consiste en evangelizar; la vida y la fe se fortalecen dándolas, y se debilitan en el aislamiento y la comodidad. La Iglesia es “comunión misionera”. Para ir a las periferias tenemos que estar centrados en Dios: «La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante» (n. 23). Una expresión de la Conferencia de Aparecida (Brasil) , donde el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Bergoglio, desempeñó una función relevante, recoge la tarea de todos los cristianos y de la Iglesia entera, personal y estructuralmente: la “conversión pastoral”. ¡Que todo en la Iglesia tienda, por fidelidad al envío de Jesús, a transmitir el Evangelio! No basta administrar lo existente; es necesario un salir misionero, aunque corramos el peligro de resfriarnos. «Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo» (n. 27). «La Iglesia “en salida” es una Iglesia de puertas abiertas» (n. 46). «Un corazón misionero nunca se encierra, nunca se repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez autodefensiva» (n. 45). La misión desentumece y renueva a la Iglesia.

    3. Todos hemos percibido desde el comienzo del ministerio del papa Francisco una llamada vigorosa, directa e interpeladora a colocar en el centro del Evangelio a los pobres, sin ideologías ni populismos, sino con la elocuencia de los hechos y de las palabras. En efecto, Jesús tuvo como destinatarios privilegiados del Evangelio a los pobres, los enfermos, los pecadores, los excluidos, los últimos, los marginados. El Papa nos pide que digamos «no a una economía de la exclusión» y a una cultura del “descarte” (n. 53); con gestos claros y palabras directas, defiende a los pobres de pan, a los emigrantes y a los humillados en su dignidad. «El corazón de Dios tiene un sitio preferente para los pobres; tanto, que hasta Él mismo “se hizo pobre” (2Co 8,9). Todo el camino de nuestra redención está protagonizado por los pobres» (n. 197). Como el Hijo de Dios se hizo pobre, y basado en esa categoría cristológica, nos dice: «Quiero una Iglesia pobre para los pobres» (n. 198); «no nos preocupemos solo por no caer en errores doctrinales, sino también por ser fieles a este camino luminoso de vida y de sabiduría» (n. 194). Para desarrollar esa tarea, el Papa remite a la Doctrina social de la Iglesia . «Un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cualquier etapa de su desarrollo» (n. 213); «no es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana» (n. 214).

    La Exhortación Apostólica Evangelii gaudium es un escrito importante y programático, que abre un horizonte dilatado de tareas y actitudes. Es un escrito bello; con frecuencia saltan chispas que iluminan y encandilan al lector, y se lee con facilidad. Impulsa menos a la reflexión teológica que al dinamismo práctico y misionero. Escribe un pastor con una experiencia rica en humanidad, en cercanía a los pobres, en hondura de fe y en amplitud de misión. Nos alegramos de que el papa Francisco sea reconocido mundialmente como un referente de la humanidad. Invito encarecidamente a leer o releer la Exhortación; su lectura compensa abundantemente el esfuerzo. Si el Papa es el centro visible de la unidad de la Iglesia, sintonicemos con él por el afecto, la escucha, la obediencia y la docilidad a su enseñanza.