Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Artículo

Semana Santa 2014

Nuestra Señora La Virgen de la Alegría

4 de abril de 2014


Temas: Semana Santa y alegría (Medina de Rioseco).

Publicado: BOA 2014, 97; “Semana Santa 2014. Medina de Rioseco”. Revista Oficial de la Junta de Semana Santa de Medina de Rioseco, Segunda Época 27, 8-9..


Saludo cordialmente a los riosecanos y a cuantos entran en comunicación de diversas formas con la magnífica Semana Santa de Medina de Rioseco, que merecidamente ha sido reconocida como Fiesta de interés turístico internacional. En el esplendor de la Semana Santa se dan cita las imágenes bellas y hondamente religiosas, la participación popular, la pátina del tiempo, la elocuencia permanente, el lento discurrir de las procesiones por calles y plazas, la contemplación silenciosa y orante de los pasos desde las aceras, y la música que marca el paso solemne. Todo converge en un acontecimiento religioso, humano y cultural excelente y admirable, que transmite a todos cuantos lo contemplan un mensaje que ensancha el corazón hacia dimensiones trascendentes. El interés internacional es reflejo de la calidad de la Semana Santa.

Quiero detenerme en la Procesión del Cristo Resucitado y el Santo Encuentro, que tiene lugar la mañana del Domingo de Resurrección. El Paso de Cristo Resucitado, bella imagen de la Escuela Castellana, parte de la iglesia de Santa María de Mediavilla para llegar hasta el atrio de la iglesia-museo de Santa Cruz, lugar en el que tiene lugar el encuentro de Cristo Resucitado con su Madre, Nuestra Señora la Virgen de la Alegría, magnífica imagen de Gregorio Fernández.

No podemos remitir a los Evangelios para fundamentar el encuentro de María y Jesús resucitado. Pero tanto el viacrucis como las procesiones de Semana Santa han introducido en su itinerario pasos y estaciones que proceden de la piedad de los cristianos, de escritos de autores espirituales, y de la meditación de la Iglesia a lo largo del tiempo sobre la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Por ejemplo, san Ignacio de Loyola, en el libro de los Ejercicios Espirituales , hace referencia a este encuentro; la primera contemplación de la cuarta semana versa sobre «cómo Cristo nuestro Señor se apareció a nuestra Señora» (n. 218), y «esto, aunque no se diga en la Escritura, se da por supuesto» (n. 299).

Existe una gran coherencia: si María y Jesús estuvieron íntimamente unidos desde la gestación y el alumbramiento en Belén; si convivieron como madre e hijo durante años en Nazaret; si María fue también discípula de Jesús, como se ve en diversos momentos a lo largo de su actividad pública; si María resistió en pie junto a la cruz de Jesús, manteniendo la fidelidad en la hora durísima de la crucifixión y la agonía; ¿cómo no van a encontrarse también en la alegría pascual? La piedad de la Iglesia ha prolongado con toda razón la estrecha relación entre Madre e Hijo, entre María y Jesús. La Virgen Dolorosa cambia el rostro y el vestido, iluminada por la luz gloriosa del Resucitado; el silencio de Nuestra Señora de la Soledad queda definitivamente habitado por la presencia del Hijo vencedor de la muerte. Al presenciar la Procesión del Encuentro del Resucitado con Nuestra Señora la Virgen de la Alegría, cada cristiano está invitado a trasladar esa escena, ese paso, ese encuentro, a su vida concreta. En palabras de san Ignacio en el n. 224 de los Ejercicios: «Mirar el oficio de consolar que trae Cristo nuestro Señor, comparando (con) cómo un amigo suele consolar a otro». Es un encuentro gozoso después de haber compartido el sufrimiento de la cruz; es un encuentro que infunde la luz de la esperanza en la oscuridad que podemos atravesar cuando las pruebas y las penas nos envuelven. Desde la travesía de la vida, en nuestra peregrinación por este mundo, miremos a María como norte que orienta; en las situaciones de desconcierto, sigamos el consejo de san Bernardo: «¡Mira a la Estrella, invoca a María!»

El papa Francisco comenzó su ministerio como obispo de Roma y sucesor de Pedro el 13-3-2013 ; hace, por tanto, aproximadamente un año. Desde esa distancia, demos gracias a Dios por el ejemplo de valentía y humildad que nos dejó el papa emérito Benedicto XVI, y sigamos con atención las palabras y los gestos que va transmitiendo el papa Francisco. Es motivo de edificación cristiana la lección que ambos vienen dándonos por su continuidad fiel en el mismo ministerio, por su respeto a las legítimas diferencias de estilo personal, y por su mutua gratitud por los dones que cada uno ha recibido para servir a la Iglesia y a la humanidad. Aquellos memorables días de la renuncia de Benedicto XVI , de la expectación y celebración del cónclave y de la elección del papa Francisco con sus primeros pasos , fueron días de gran intensidad y de gran trascendencia histórica.

El papa Francisco firmó el 24-11-2013 la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium . Las palabras latinas son prácticamente el resumen del documento, que es programático de su pontificado; ahí expresa los deseos, las aspiraciones, los proyectos y las orientaciones para los años próximos. El comienzo del documento está en estrecha conexión con el Encuentro del Resucitado con la Virgen de la Alegría. Así escribió el Papa: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (n. 1). Un poco más adelante, escribe: «El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría. Bastan algunos ejemplos: “Alégrate” es el saludo del ángel a María (Lc 1,28; cf. 1,41; 1,47; 10,21)» (n. 5). El Papa, aunque reconoce que hay situaciones muy duras y que se puede comprender que nos invada la tristeza, nos pide que no seamos «cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua» (n. 6), y que la alegría de la fe se despierte en nosotros.

Al final de la Evangelii gaudium, en una preciosa oración dirigida a la Virgen, reza con los siguientes términos: «Tú, que permaneciste firme ante la cruz con una fe inquebrantable y recibiste el alegre consuelo de la resurrección (...), haznos llegar ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida, que vence a la muerte. (...) Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y del amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia quede privada de su luz» (n. 288).

La luz de la fe no nos lleva a olvidarnos de los sufrimientos del mundo, pero es como una lámpara que guía nuestros pasos para caminar apoyados en Jesucristo, que con el encuentro pascual cambió en su Madre la soledad y el dolor en alegría y paz.