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Carta
Sacramentos de iniciación cristiana
16 de noviembre de 2013
Temas: iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucarístía) (Directorio Diocesano de los Sacramentos de Iniciación Cristiana).
Publicado: BOA 2013, 629.
Acaba de ser aprobado el nuevo Directorio Diocesano de los Sacramentos de Iniciación Cristiana , cuya primera edición fue promulgada en 1986 . Teniendo en cuenta las conclusiones de los Encuentros de Arciprestes de Iglesia en Castilla celebrados en Villagarcía de Campos en 2007 , 2008 y 2009 , y después de un largo estudio con la participación del Consejo Presbiteral , del Consejo Pastoral y de la Escuela católica, creemos que era nuestra responsabilidad revisarlo y editarlo de nuevo para afrontar los cambios rápidos, profundos y con irradiación universal de la situación actual. La perspectiva misionera está muy presente, en consonancia con los desafíos pastorales del momento y con la invitación del papa Francisco.
Atendiendo a las sugerencias de los arciprestes, el Directorio será presentado a los presbíteros, consagrados, catequistas y fieles cristianos en general, ya que todos estamos concernidos vitalmente. Es muy conveniente que el texto sea leído en el contexto sociocultural y acentuando las líneas de fondo. Confío en que en la presente situación, realista y bastante serena, conscientes de la trascendencia de esta tarea primordial, y conjuntando de manera perseverante y generosa los esfuerzos de todos, podamos acometer con renovado impulso este desafío pastoral cada vez más claro.
Hoy quiero subrayar dos cuestiones importantes del documento, el cual podremos tener pronto en nuestras manos: la unidad de la iniciación cristiana y qué realidades básicas constituyen el contenido de la iniciación.
1. La iniciación cristiana es una sola, espaciada en el tiempo, y se adapta gradualmente al crecimiento de la persona con una pedagogía adecuada. Tres sacramentos son los grandes hitos de este proceso de iniciación, a saber: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Poco a poco se va introduciendo al niño, adolescente, joven o adulto en las realidades que forman el fundamento de la existencia cristiana. El prefacio propio de la Confirmación muestra, siguiendo el orden original de la iniciación, el significado de cada sacramento; merece la pena que se reflexione detenidamente sobre ese texto litúrgico. Por el Bautismo, recibimos la nueva vida de hijos de Dios, al ser insertados en el misterio pascual de Jesucristo; en la Confirmación, recibimos el Espíritu Santo mediante la imposición de manos y la unción del crisma; la Eucaristía es el banquete del Señor y de la Iglesia, en el que participamos plenamente para vivir como testigos del Evangelio en la Iglesia y en el mundo. En la celebración de cada sacramento se debe mostrar cómo los tres constituyen la iniciación cristiana, y están relacionados entre sí; cada sacramento forma parte de un conjunto. A lo largo del camino aprendemos que la iniciación posee una índole personal y comunitaria, fraternal y misionera.
2. ¿A qué realidades somos iniciados? ¿Cuáles son los fundamentos del cristiano?
A través de estas realidades básicas —Credo, sacramentos, Mandamientos y Padre Nuestro— en el itinerario de los tres sacramentos —Bautismo, Confirmación y Eucaristía—, vamos entrando vitalmente en la familia de la fe, que es la Iglesia.
Hablamos de sacramentos de la iniciación, no de terminación; requieren continuidad, duración, perseverancia en lo recibido sacramentalmente. Sobre ese cimiento vamos edificando la vida cristiana. Cada cristiano avanza en su maduración y realización personal, y en ese recorrido descubrirá también su propia vocación dentro de la Iglesia. La iniciación introduce, no concluye, el camino de cada cristiano; por ese motivo, nos inquieta cuando la continuidad se rompe en bastantes niños que han recibido la primera Comunión y en jóvenes que han sido confirmados. En otro tiempo, la continuidad estaba en buena medida garantizada por el ambiente general cristiano; hoy no podemos suponer tal ambiente, de modo que debemos insistir en la iniciación abierta al futuro, como tarea siempre esencial y vital de la Iglesia.