Arzobispo  -  Carta mensual
Vivir la Iglesia
Noviembre de 2002

Publicado: BOA 2002, 0.


Después del día 13 de octubre, mi vida de obispo entró en la normalidad pastoral, aunque todo me sea tan novedoso en esta Iglesia que he de conocer poco a poco en toda su realidad de personas y comunidades. ¿Qué siento en mi interior? Cada vez que he comenzado mi tarea pastoral percibo, sí, un reto nuevo, pero a la vez una oportunidad que me da el Señor para configurarme a Él como discípulo suyo y acercarme a los sentimientos de Jesús, que nos amó y se entregó por nosotros.

No obstante, ya desde el inicio de una nueva misión hay una alegría siempre a estrenar por conocer a las personas concretas que forman esa comunidad, en este caso, los que formáis conmigo la Iglesia de Valladolid. Yo no invento la Iglesia, es una realidad viviente y Jesucristo os ha dado su gracia y su alegría para vivir la vocación cristiana. Descubrir la historia de salvación que el Señor ha ido haciendo en cada uno de vosotros, sacerdotes, religiosos y fieles laicos es un gozo indescriptible.

Veo, por ejemplo, la tarea impresionante que don José Delicado Baeza, arzobispo emérito, ha llevado a cabo día a día. Veo el recorrido de la pastoral de los últimos años, tan parecida a la de las otras Iglesias o diócesis de Castilla; veo el trabajo de las comunidades cristianas, parroquiales o no, y el latido callado de tantos fieles que aman la Iglesia y rezan por ella, y la consagración de los religiosos y otros consagrados laicos, y el esfuerzo de los padres y madres de familia. Y otras muchas cosas.

Podrá decir alguno: «¿No es usted demasiado optimista en su diagnóstico? ¿No será necesario ver también las dificultades que tenemos? ¿Conoce lo que cuesta la evangelización y la catequesis en niños, adolescentes y jóvenes? ¿No ve la separación que se da entre fe y vida? ¿No nota la falta de tensión social en las comunidades o la falta de coherencia a la hora de casarse o de bautizar a los niños?».

No soy iluso y veo esas inercias, y sé también lo que nos cuesta hoy la plantación de la Iglesia en el corazón de los hombres, como inicio del Reino de Dios en este mundo; igualmente entiendo que la oración, el estudio, el ir al encuentro de las personas, el sacrificio, el amor a todos, incluso a los enemigos como nos manda el Señor, son imprescindibles para llevar adelante la programación pastoral de nuestras comunidades, que debe ser de verdadera evangelización.

Pero también me parece que debemos los católicos empezar a quitarnos complejos de encima: tenemos muchísimas posibilidades de evangelizar. Lo que hace falta es conocer que el ser humano necesita la fe y la felicidad que trae Jesucristo y que cualquier tiempo pasado no fue mejor. La humanidad hoy tiene, en efecto, muchas corazas ante el Evangelio, pero tiene muchos valores y hay que volverse, como ha hecho siempre la Iglesia a lo largo de la Historia, a los “ nuevos pueblos”, esto es, a las nuevas generaciones. Y como siempre, hemos de hacerlo personalmente y comunitariamente: somos la Iglesia de Valladolid, donde acontece la Iglesia una, santa, católica y apostólica. «Duc in altum».

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid