Publicado: BOA 2002, 0.
Sorprende, aunque no del todo, la carga negativa que se da a cuanto suene a Iglesia católica. Por ejemplo, si se habla de moral sexual, difícilmente se libra la Iglesia de que todo en este campo son prohibiciones. Se nos dice: “La Iglesia está anticuada y fuera de este mundo”.
¿Pero es realmente así la cuestión? En absoluto. La vida cristiana de la sexualidad como dimensión fundamental de la persona solo puede ser positiva: el ser humano, incluido su sexo, fue creado bueno por Dios. Más bien me parece a mí que no es el cristianismo, sino un materialismo hedonista y mutilante el que tiene una dimensión negativa de la sexualidad, pues la coloca al margen de la autenticidad de las relaciones interpersonales. Lo que dice la Iglesia es que la sexualidad humana tiene su propio idioma: la entrega personal. El lenguaje auténtico de la fe sobre la sexualidad no es la negación, sino la afirmación plena al servicio de las personas; eso sí, que no puede concebirse al margen del plan de Dios.
Si entramos en la interpretación de hechos históricos, cualquier desliz de la Iglesia se magnifica y se desenfoca por tópicos y juicios que revisten poco examen. Pero cualquier comentador puede afirmar de la Iglesia disparates: nadie le contradice o es capaz de ver lo negativo.
No se trata de ser quejumbrosos, ni de mostrar un talante apocado; los miembros de la Iglesia tenemos nuestros fallos, pero ¿no les parece que es excesiva juzgar únicamente un aspecto de la realidad? Usted que quiere vivir bien la vida cristiana: ¿encuentra tanta maldad en sus deseos y en sus acciones? Creer que Dios es único, que es Padre, ¿puede acarrear tanto juicio negativo? O ser miembro de la Iglesia católica que no se deja mentalizar por lo social, moral o políticamente correcto, ¿necesariamente ha de merecer condena sin reflexión o sin comprobar si es o no exacta tal condena? Piénselo.
† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid