Publicado: BOA 2002, 0.
1. El misterio de la espera y venida de Dios en el corazón del hombre actual
El hombre y la mujer del nuevo milenio, que se consideran “ postmodernos”, experimentan la tensión entre espera y no-espera. En cierto modo somos ya incapaces de espera, bien porque vivimos en lo inmediato y nos conformamos con ello, bien porque somos conscientes de nuestros numerosos logros, de la cantidad de proyectos hechos realidad gracias a nuestro espíritu emprendedor.
Sin embargo, si juntamos tantas manifestaciones, vemos que este hombre y mujer que somos tú y yo no ha avanzado mucho respecto al hombre primitivo: se detiene a preguntara los astros, confía a hechiceros sus males, recurre a diversos magos en busca de un suplemento de energía para poder superar los límites en los que se encuentra encerrado, se refugia en mundos artificiales que le procuran las drogas y las múltiples ofertas de las agencias turísticas.
Pero, sin saberlo, lleva en el corazón una esperanza de salvación que experimenta diariamente que no está a su alcance ni en las posibilidades de su inteligencia ni en su fuerza. Esta espera de salvación, ¿está destinada a estar siempre en el corazón como vacío insaciable, o un grito en el desierto?
Conocemos la historia de dos mendigos que esperan a un cierto Godot que venga a remediarlos. No saben nada de él, ni siquiera conocen la fecha o el lugar de la cita. Pasan el tiempo esperando. De pronto se acerca un muchacho con un mensaje indicando que Godot llegaría al día siguiente. Pero al día siguiente llega con la misma misiva: ¡mañana! Y los dos pobretones continúan con su absurda espera.
Alguno podría ver reflejada en estos dos pobres de la obra “ Esperando a Godot” de Samuel Beckett la situación del hombre “ postmoderno”: un condenado a esperar un encuentro que nunca llegará ▶. Sería un verdadero drama absurdo, un agitarse en un desierto sin descubrir nada, sin lograr llegar a un oasis, un continuo acariciar esperanzas irrealizables, un desear y construir proyectos con la consistencia de castillos de arena construidos en la playa.
En realidad el ser humano es incapaz de conocer lo que hay que esperar sin la revelación y ayuda de Aquel a quien verdaderamente hay que esperar porque está hecho y llamado para eso. Y es que para que la espera no carezca de sentido, exige esperar a Alguien, a Alguien que realmente viene y que se deja encontrar... De este modo la espera se transforma en un ir al encuentro, en estar preparados, vigilantes, despiertos... La espera se vive así con un dinamismo distinto, y se convierte en un anhelo gozoso.
2. El misterio de la espera y venida de Dios, proclamado en la Liturgia
Eso es el Adviento cristiano, la espera de una Venida cierta: Jesucristo, que vino y vendrá de nuevo. La Palabra de Dios proclamada en Adviento resume las esperas y búsquedas del ser humano iluminando cuanto se agita en el corazón y en la mente del hombre; e invita a perseverar en la espera y, a la vez, anuncia el cumplimiento de esta espera.
Desde su atalaya del ambón, el lector, como atento centinela, nos asegura en Adviento que no esperamos a un Godot que nunca llegará, sino a Alguien que va a llegar. A nuestra Pregunta: «Centinela, ¿cuánto queda de la noche?», responde: «Viene la mañana...» (Is 21,11-12).
Este tiempo que nos separa de la venida del Señor, este “ entretiempo”, está lleno de un estremecimiento de gozo. Es un tiempo de felicidad marcado por los ritos de preparación del corazón: preparar el camino, allanarlo, separar el grano de la paja, tomar el baño purificador.
3. Maestros y modelos de la preparación
En la voz del lector que proclama las lecturas resuenan las palabras y acontecimientos de los maestros y modelos del Adviento: Isaías, Juan Bautista, María, José.
† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid