Publicado: BOA 2002, 0.
La fe cristiana ha recorrido ya veinte siglos; a lo largo de todo este tiempo, la tradición (=aquello que se recibe y se entrega a otras generaciones) ha sufrido muchos embates y en muchas ocasiones se la ha querido domesticar. Eso ha ocurrido también con la Navidad. El sentido de esta celebración es claro: se conmemora el hecho de que Jesús, el Hijo de Dios, se hizo carne y, naciendo de María Virgen en Belén de Judá, habitó entre nosotros. Este suceso es una aportación tan grande a la manera de vivir de los hombres y mujeres que hay un antes y después de Cristo. Imaginen lo que supone el nacimiento de Cristo para vivir la paz y la fraternidad o para recordarnos que todos somos hermanos y hemos de vivir como tales y no odiándonos, como si tuviéramos genomas distintos.
Respecto a Navidad, su manera de vivirla y, antes, de prepararla, existe un caso paradigmático acerca de cómo hay que distinguir entre Tradición y algunas tradiciones que distorsionan. Me refiero a la amable figura de san Nicolás, que celebramos el 6 de diciembre, muy cercana la Navidad. Este santo obispo de Mira, cuyos restos se trasladaron a Bari (Italia) en 1087, ha sufrido un verdadero descalabro a lo largo de los siglos. De ser un santo obispo, generoso con los pobres y a la pastoral de los niños, se le ha convertido en el horno de la secularización en papa Nöel/santa Klaus, figura mítica que aleja del centro de la Navidad: Jesús Niño, que nos trae la salvación. Expliquemos.
El día de san Nicolás, 6 de diciembre, era y es en muchos países de Europa y Norteamérica una auténtica fiesta infantil, porque es el día de dar a los niños chucherías y otros regalos, pero en el que los pequeños recibían (no sé si hoy se hace) una catequesis sobre la importancia de la venida del Señor y de prepararse bien y desechar el mal. El santo obispo iba revestido de su traje episcopal de ropas rojas con ribetes de armiño blanco. Hasta aquí todo perfecto y bien enfocado.
Pero he aquí que ya en Inglaterra, y otros países europeos después de la Reforma protestante, se sustituye al santo obispo Nicolás por la figura de un anciano tocado de acebo, hiedra o muérdago, al que se llamó Father Christmas o Papa Nöel, en su versión francesa. san Nicolás era un santo demasiado católico para los reformados, pero la costumbre de regalar el día de su fiesta continuó, aunque en muchos sitios se pasó la costumbre al día de Navidad, de modo que Sinter Klaas, que es como se dice san Nicolás en holandés, pasó a ser en el inglés de Nueva York Santa Klaus.
Ese simpático anciano con pipa y luenga barba, que reparte juguetes bajando por las chimeneas, y que ahora viene del Polo Norte, para nada se parece a san Nicolás, cuya fiesta anuncia la gran fiesta de Navidad. Si además la compañía Coca-Cola, en 1931, utiliza ese diseño como propio en sus anuncios navideños y lo extiende por el mundo, el cambio es total y de aquel santo obispo poco queda, pues ahora se muda su vestidura episcopal por un traje de pantalones ajustados con un ancho cinturón, aunque conservado el armiño blanco de la esclavina de obispo.
¿Qué piensan nuestros niños cuando ven ese mito moderno de santa Klaus, tan alejada de la vida de un hombre real que ha intentado vivir el Evangelio de Jesucristo, desde su misión en la Iglesia, sirviendo a los niños y a los más necesitados, y cuya fiesta ayudaba a preparar la Navidad con algunos regalos? Yo empezaría a estar preocupado.
† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid