Arzobispo  -  Carta semanal
Preparar la Navidad
22 de diciembre de 2002

Publicado: BOA 2002, 0.


Ya sé que la Navidad se prepara ahora desde mucho tiempo antes; pero me refiero a otra preparación: la de los días previos a la Misa de Gallo y la Eucaristía del día 25. Hasta entonces no es Navidad y los cristianos tenemos la obligación y el gozo de prepararnos a la llegada de Jesucristo, pequeño pero maravilloso, capaz además de llenar nuestras aspiraciones más profundas.

Estos días previos al día 25 de diciembre son días de ferias privilegiadas, es decir, la Liturgia se colorea ya con la cercanía de Jesús Niño y con un anhelo y admiración por lo que va a suceder. ¡Oh! Canta la Iglesia todos estos días ante la Virgen que espera al Niño. El deseo del Salvador, el que no defrauda, está desbordando en el corazón de los que quieren vivir la Navidad de otro modo. ¿Cuál es ese modo?

Primero con alegría de la buena. Los cristianos, se reconozca o no, somos personas alegres y optimistas y sabemos reir y pasarlo bien con cosas sencillas y hondas: la amistad, la oración, la fraternidad, los pequeños detalles. Después, no sacando las cosas de quicio, pues sabemos que por mucho tener o gastar no se es más feliz. Llenan las cosas verdaderas, la ilusión, la creatividad, el tener en cuenta a los demás y no solo en Navidad pero más en Navidad, porque ha nacido Jesús que nos quiere y nos perdona los pecados y así nacemos de nuevo. ¡Qué alegría nacer de nuevo!

Y en tercer lugar, hay que ser muy lúcidos en Navidad y no herir a los más pobres y a los que más sufren. ¿Cómo podemos quedarnos tranquilos si gastamos en exceso cuando hay gente que lo pasa mal? ¿Cómo celebrar la Navidad sin tener en cuenta al que sufre por tantas causas en la vida? Y son nuestros hermanos, nuestros vecinos, nuestros inmigrantes, hombres y mujeres que aunque vivan en países lejanos son de los nuestros porque Jesús nos ha unido a todos en esta aldea global que es el mundo.

Navidad es fiesta de globalización en la solidaridad, en compartir cuanto Dios nos ha dado, en ayudarnos a ser mejores, en arrimar el hombro, pues hay muchos vertidos de muchos “Prestige” en las playas de la vida de los hombres y las mujeres.

¿Qué es en definitiva Navidad? Un Dios que envía a su Hijo a compartir cuanto somos, a introducirse en este mundo, en su angostura, porque Dios tiene querencia del ser humano. Por eso cantamos: «¡Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación!».

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid