Arzobispo  -  Carta semanal
Transmitir la fe en la familia
29 de diciembre de 2002

Publicado: BOA 2002, 0.


La felicidad se basa en la verdad, y es imposible fabricar la verdad o someterla a los propios caprichos, aunque así lo venimos haciendo los humanos desde que aparecimos en esta tierra. La verdad se nos da y hay que inclinarse ante ella. No vale crear eufemismos: el aborto no es interrupción voluntaria del embarazo ni hay en la vida del embrión humano una fase de pre-embrión. El embrión es un ser humano, cuya vida hay que respetar. El hombre no puede conquistar la verdad; frente a la verdad es solo un mendigo que debe servirla. Todo esto se les olvida con frecuencia a nuestros contemporáneos, incluidas la autoridades que legislan.

Veamos esta situación en un caso concreto: la familia. La propaganda constante de la cultura dominante nos habla del matrimonio “ a prueba” o “ a plazo”, esto es, “ mientras dure el amor”, para encubrir la incapacidad de contraer un compromiso fiel, que no conduce a la felicidad. En estos momentos estamos ante un nuevo “ descubrimiento”: los diversos “ modelos de familia”, expresión con la que se pretende dar un buen nombre a situaciones social y éticamente tan anómalas como son la convivencia pseudoconyugal de personas del mismo sexo o las “ parejas de hecho”.

Sabemos que en nuestra sociedad existe ese tipo de convivencia pseudoconyugal y es razonable que las autoridades legislativas arbitren medidas para que no se produzca desamparo legal, pero nos engañamos y se engañan si, como se pretende, se equipara el matrimonio civil o religioso a las parejas de hecho o de homosexuales. La verdad no se fabrica, la verdad es.

Pero este día de la Sagrada Familia es día de familia cristiana, a la que felicitamos y animamos a vivir esa estupenda vocación, pues la familia es el lugar donde cada uno es valorado no por lo que tiene, sino por lo que es, es decir, se le ama. Por desgracia también en la familia nacida del sacramento del matrimonio ha entrado esas distorsiones a las que antes aludíamos. Lamentablemente ya no es posible suponer, en tantos casos, que la experiencia cristiana se vive y se transmite hoy exactamente igual que ayer.

Evidentemente los problemas de la transmisión y educación de la fe se deben no solo a la tibieza o a las culpas de los padres o de los educadores. Tibiezas y culpas ha habido siempre. Sin embargo, aun con defectos y pecados, en tiempos no demasiado lejanos la fe se transmitía de una generación a otra con cierta naturalidad. Eso o se ha interrumpido o está en peligro no en una ni en dos familias, sino en muchas precisamente por la fuerza de la cultura dominante, que no es cristiana. Y os animo a no resignarnos ante esta situación, sino a reaccionar con realismo y con esperanza. Por el bien de vuestros hijos y de la misma sociedad hay que hacer el esfuerzo suficiente y a recorrer nuevos caminos para la transmisión de la fe, sea la catequesis familiar, el asociacionismo familiar u otras acciones. No es tiempo de brazos cruzados.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid