Arzobispo  -  Carta mensual
En un nuevo año
Enero de 2003

Publicado: BOA 2003, 10.


Hemos vivido ya la Navidad. Quiera Dios que hayamos comprendido que desde aquella Noche Buena no hay noche en la fe en la que no aparezca la claridad de Dios, que tantas veces nos sobrecoge porque nos desborda. Jesús, que ha venido a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento de Navidad, ha anunciado de nuevo a una sociedad ensimismada y adormecida una manera de vivir, capaz de comprender que el amor de Dios se da a todo hombre y mujer. Hoy como ayer ese amor de Dios, manifestado en el Hijo de Dios nacido, se sigue comunicando a los pobres, a los enfermos, en definitiva a los que esperan. En el Año Nuevo quiero felicitaros y desearos tantas cosas como el amor de Dios nos trae.

Ahí está la fiesta de Epifanía, ese Jesús que se muestra a los Magos, cuyos regalos nada son comparados con el regalo que Cristo les hace a ellos, pues viniendo a nosotros nos trajo toda novedad y amor. Ahí está esa posibilidad de amor a Dios, sin el cual la vida no tiene sentido, y esa comunión con todos los seres humanos. ¿Qué has pensado para los demás en este nuevo año?

Ahí está, en el inicio del año, Santa María que nos muestra a su Hijo, el príncipe de la paz. ¡Ah, la paz! No tengo por qué dudar de que todos queremos usar esta palabra en verdad y deseamos que exista. Dudo, sí, de que trabajemos para que exista en nuestro entorno. Nos hemos habituado a estar envueltos en un ambiente bélico que se manifiesta incluso en nuestras expresiones corrientes. Son muchos los pueblos que están padeciendo la guerra en nuestro planeta. Otros se preparan para ella como profecía de dolor, sufrimiento y muerte. Amenazas y preparativos de guerra.

Entre nosotros, el terrorismo de ETA, expresión de un nacionalismo excluyente, nos lacera y angustia y vemos la injusticia de semejante lacra. Yo les recomiendo la lectura del documento de la Conferencia Episcopal Española , para no caer en el engaño de creer que los miembros de la banda terrorista buscan el bien del País Vasco. La verdad es que somos una sociedad amenazada, porque se ha perdido la referencia al primado de Dios y a una auténtica visión de lo que el ser humano es.

Lo curioso es que se buscan justificaciones para la guerra. Y no las hay. No puedo glosar aquí el mensaje del Papa para la Jornada de la Paz que celebramos el día 1 de enero , pero queda claro que nada se gana con la guerra y nada se pierde con la paz. Es lúcido en este sentido lo que dijo justamente hace un año Juan Pablo II: la paz nunca ha de estar sometida al poder político, sino que éste ha de ser ejercido teniendo como referencia ineludible la paz.

Ya sería un buen programa para el año nuevo 2003 que entre todos desarmáramos la guerra, el terrorismo y la violencia. Pero sin ser ingenuos: nunca se conseguirá la paz si las injusticias, las desigualdades excesivas en el orden económico o social, la envidia, la desconfianza y el orgullo, que existen entre los hombres y las naciones, siguen siendo una realidad entre nosotros. Esos pecados «amenazan sin cesar la paz y causan guerra» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2317) .

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid