Publicado: BOA 2003, 13.
Los cristianos gozamos con los demás hombres y mujeres que viven en nuestra sociedad de un nuevo año. Son 365 días que pueden pasar sin pena ni gloria o llenarse de sentido y de bien. En el nuevo año, en el que, si Dios quiere, tendremos la dicha de recibir al Santo Padre en un nuevo y más corto viaje pastoral a nuestra patria, es claro que un cristiano no es nada sin Cristo; ni siquiera humanamente.
Pero me gustaría hablarles hoy de nuestra responsabilidad como cristianos en la buena marcha del mundo. Ciertamente que a la Iglesia no le van a ahorrar ningún disgusto tampoco este año y saldrán nuevas orquestaciones mediáticas que pongan de relieve lo mal que lo hacemos y lo poco fiable que es la Iglesia. Pero, siendo esto así, nosotros tampoco debemos pensar que no tenemos responsabilidad alguna en la marcha del mundo.
El don inimaginable que hemos recibido sin haber hecho nada para merecerlo tiene, en opinión de G. Bernanos, como contrapartida terrible, que al traicionarlo caemos por debajo de los hombres más mediocres. Si los cristianos sintiéramos profundamente esta tremenda verdad, ya no tendríamos la tentación de despreciar a los incrédulos, ni de dividir a la especie humana en dos partes, los buenos y los malos, colocándonos naturalmente en la primera.
Sí, queridos amigos, hemos de comprender que el privilegio inaudito de creer, que se nos ha dado, nos prohíbe erigirnos en jueces de aquellos que no tienen esa suerte. Pues es verdaderamente una suerte tener fe cristiana. Lo cual nos haría guardarnos muy mucho de hacer destruir a estos hermanos desheredados de la fe, con el pretexto de honrar a Dios o de consolar a Cristo crucificado.
G. Bernanos llega a afirmar que la mayor desgracia de este mundo, la gran miseria, por tanto, no es que haya impíos, sino que nosotros seamos unos cristianos tan mediocres, de modo que seamos nosotros los que perdamos al mundo, los que atraigamos sobre él la ira. Yo no sé si este escritor católico tiene la razón entera, pero sin duda que se puede afirmar de algún modo que el estado actual del mundo es una vergüenza para los cristianos, pues en lugar de quejarse de que el paganismo resucita, más nos valdría confesar que somos nosotros los que hemos fracasado un poco.
Me gustaría también deciros en este comienzo del año que sé muy bien que el Cristianismo no ha muerto y que hay cristianos verdaderos. Ellos saben lo que tienen que hacer, saben lo que quieren e irán a buscarlo. Y no lo quieren sólo para sí mismos; irán a buscarlo para los demás, pues no creen que un cristiano deba salvarse solo, a escondidas, igual que los avaros cuentan sus perras.
Hay que encarar, pues, el año con confianza en el Señor. Sabemos que el medio más seguro de evitar los malos pensamientos es tenerlos buenos. Y eso se nos pide: poner a trabajar nuestros talentos y comenzar con ahínco la evangelización y anunciar la salvación y la manera de encarar la vida que nos ha traído Jesucristo.
† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid