Temas: Año 2019 (abusos sexuales y cambio climático).
Publicado: BOA 2020, 28.
Aunque, desde un punto de vista de duración temporal y vida de las personas, el paso de un año a otro tenga escasa incidencia, sí tiene relieve en el calendario de la vida en sociedad y en el imaginario colectivo compartido. Por eso, hacemos balances, reseñamos los acontecimientos más destacados y nos deseamos un feliz año nuevo. Que transcurra serenamente bajo la providencia de Dios y que no nos reserve muchos sobresaltos.
Como cristianos, hacemos desde la atalaya del 31 de diciembre un alto en el camino en presencia de Dios. Miramos hacia atrás y hacia adelante. Vivimos entre la memoria y la esperanza. A la ejercitación de la memoria va unida la gratitud, el examen de la conducta y la renovación del corazón. De cara al futuro, alentamos la esperanza, comenzamos el nuevo año con empeño generoso y con la decisión de caminar sin desfallecer en las pruebas.
Echando la mirada atrás, ¿qué acontecimientos de nuestra Iglesia subrayaría yo? Ante todo, reconozcamos que el discurrir cotidiano de la vida personal, familiar, parroquial, religiosa y diocesana es lo más fecundo. No necesitamos acudir a los picos más salientes para descubrir la vitalidad; los medios de comunicación no consideran de ordinario relevante para sus cabeceras, imágenes y titulares la vida diaria con su ritmo sereno, pero nosotros sabemos que el silencio madura la esperanza y las pruebas la purifican.
Hay acontecimientos que merecen ser recordados en esta efeméride del paso al Año Nuevo en la sociedad y en la Iglesia. Enumero algunos: El Encuentro del papa Francisco con los presidentes de Conferencias Episcopales los días 21 al 24-2-2019 para tratar sobre “la protección de los menores en la Iglesia” ▶; el Sínodo especial de los obispos sobre la Amazonía ▶; la Cumbre del Clima celebrada en Madrid, con una iniciativa interesante de diversos movimientos de la Iglesia; el mes extraordinario misionero en octubre; el Año Jubilar del Sagrado Corazón celebrado en el Cerro de los Ángeles; la continuidad en la preparación por fases del Congreso de Laicos que culminará el mes de febrero próximo ▶: la publicación de documentos importantes, como el Plan de Formación en los Seminarios de nuestras diócesis, después de haber sido “reconocido” con elogios por la Congregación correspondiente; la aprobación de los cambios introducidos en los Estatutos de la Conferencia Episcopal Española ▶, que serán tenidos en cuenta en las elecciones del mes de marzo; el oportuno documento sobre la eutanasia y la protección de esta vida en su etapa final, titulado “Sembradores de esperanza” ▶; y por otra parte, las repetidas elecciones políticas, que no logran despejar el horizonte. Algunos acontecimientos tienen su primer impulso en iniciativas del papa Francisco; otros, en nuestra Iglesia. El Espíritu del Señor mantiene y suscita en personas y comunidades cristianas mucha vida escondida y también mucha vitalidad noticiable. Agradecemos lo vivido en 2019 y deseamos durante 2020 recibir, compartir y transmitir el Evangelio por la evangelización, el anuncio del Reino de Dios que es justicia y paz, reconciliación y libertad, por el servicio a los pobres e indigentes, y por la cercanía a los marginados y excluidos.
Me fijo a continuación en dos hechos que han tenido gran incidencia en la sociedad y en los medios de comunicación. El Papa convocó el Encuentro en Roma para abordar la grave y dolorosa cuestión de los abusos de poder, de conciencia y sexuales que habían padecido niños y personas vulneradas en la Iglesia. Fue una convocatoria humilde y valiente, inédita y sin precedentes; participaron también algunas víctimas, que se atrevieron a comunicar a la Asamblea su experiencia. El aliento retenido se cortaba en el aire, ya que no es lo mismo reflexionar sobre hechos tan penosos en presencia de quienes han sido víctimas que en su ausencia. El ambiente era de profunda conmoción, de sorpresa y hasta consternación por lo acontecido y preterido; pedimos, en nombre de todos, perdón a Dios y a los abusados; pronunciamos un “sí” inequívoco a las víctimas y un “no” tajante a los abusadores y encubridores. El silencio impuesto, el silenciamiento, ha sido destructor de las víctimas y sus familias; y ha contaminado a la Iglesia y a la sociedad. Yo no he participado en ninguna asamblea que me haya impresionado tanto. Sobre esto ya he informado en varias ocasiones, y últimamente lo he tratado con mayor detenimiento en unas Jornadas en Pamplona.
El que la preocupación por el cambio climático se condense en la entrañable expresión “cuidar la casa común” me parece muy acertado, ya que como humanidad tenemos un hogar que habitamos y compartimos. Como cristianos, invitaría a acudir al comienzo de la Sagrada Escritura. Dios creó todas las cosas, y como corona al hombre, varón y mujer. A Dios, lo creado le pareció muy bien (cf. Gn 1,31). El Cántico de las criaturas de san Francisco de Asís se hace eco de la Palabra de Dios; la Encíclica del papa Francisco Laudato si’ ▶ une el Cántico y la ecología integral. Dios confió a los hombres el cultivo de la tierra para hacerla fecunda, y el encargo de Dios al hombre, a la humanidad, conlleva la contemplación y la investigación, el trabajo y la alabanza. Confiamos en Dios, que asentó el orbe y no vacila; el universo está en buenas manos. El dominio sin abuso, la sabiduría para usar la tierra con sobriedad y cuidando su habitabilidad para las generaciones futuras, y particularmente para los más pobres, debe ser una responsabilidad de todos. El dominio de las cosas debe ejercerlo el hombre bajo el señorío de Dios. El olvido del Creador se convierte fácilmente en maltrato de la creación. ¡Humanicemos la tierra! ¡Respetemos al Creador!
¡Feliz año nuevo! Por la mañana alabamos a Dios por el nuevo día, y al atardecer cantamos su fidelidad.