Comisión Internacional para la Pastoral Penitenciaria Católica  -  Declaración
XII Congreso Mundial
de Pastoral Penitenciaria Católica 2007
11 de octubre de 2007

Temas: presos y pastoral penitenciaria.

Web oficial: http://www.iccppc.org/spanish_site/congress_2007/declaration_sp.htm


  • Notas

    Reunidos en Roma representantes de la pastoral penitenciaria de todo el mundo los días 5 al 11-10-2007, convocados por la Comisión Internacional para la Pastoral Penitenciaria Católica (ICCPPC) y enviados por las correspondientes conferencias episcopales, hemos tratado de hacer nuestras las palabras de la Carta a los Hebreos: “Acordaos de los presos como si estuvierais con ellos encarcelados”1.

    Hemos tenido muy presente el legado de Juan Pablo II en su memorable Mensaje a los presos y sobre los presos con motivo del Año Jubilar y las valiosas aportaciones del reciente magisterio del actual papa Benedicto XVI.

    Conscientes de que “Jesús es compañero de viaje paciente, que sabe respetar los tiempos y los ritmos del corazón humano”2, y de que forma parte ineludible del ministerio pastoral de la Iglesia desde sus orígenes visitar y liberar cautivos (Cf. Mt 25,36 y Lc 4,18), como expresión del amor de Dios y manifestación irrenunciable de su propia esencia3, formulamos la siguiente declaración conclusiva que sintetiza el trabajo de muchas personas en las ponencias, talleres y plenarios:

    I.- Proclamamos que “el ser humano es el camino de la Iglesia”4 y su rostro doliente evoca el rostro mismo de Cristo. Su dignidad inalienable y los derechos fundamentales que le son inherentes devienen de ser “imagen y semejanza” (Cf. Gn 1,26) de su divino Creador. La privación de libertad, por las razones que fueren, en nada puede ensombrecer el trato respetuoso y digno que instituciones, funcionarios y la sociedad deben de tener hacia quien para nosotros, como creyentes, “descubrimos el rostro de Cristo en cada preso” (Cf. Mt 25,40).

    II.- Este “Cristo desfigurado y roto” se hace especialmente presente en situaciones de extrema vulnerabilidad que hemos analizado. En muchos países no se garantizan los derechos humanos. En algunos tampoco se asegura la libertad religiosa, ni se permite a la Iglesia atender las necesidades espirituales y materiales de los encarcelados como merecen. En demasiadas prisiones de todo el planeta siguen siendo frecuentes el hacinamiento, la desatención, y todos los abusos que ponía de manifiesto en el Mensaje Jubilar el llorado Juan Pablo II. Lamentablemente, en muchas legislaciones aún subsisten la pena muerte, la cadena perpetua y formas de ejecución penitenciaria incompatibles con el derecho a la perfectibilidad humana. Hacemos un llamamiento apremiante para la definitiva erradicación de todas estas expresiones inhumanas de crueldad institucional y para la aplicación rigurosa de las Normas Mínimas de la ONU para el tratamiento de los presos.

    III.- Nos preocupa sobremanera el tratamiento a la infancia que, fruto de la desatención social, infringe las normas y la situación de determinados colectivos que tienen aún, si cabe, más precarizada su situación en prisión: las mujeres, los enfermos mentales, los drogodependientes, los extranjeros y los ancianos. La cárcel no fue pensada para situaciones tan diversas y complejas y amenaza con tornarse en gestora última de los resultados de la desigualdad social y planetaria.

    IV.- Somos conscientes de las nuevas amenazas a las que tienen que hacer frente las sociedades contemporáneas, pero estas no deben afrontarse limitando derechos inalienables o precarizando aún más la situación de personas que padecen la mayor vulnerabilidad existencial. No podemos dejar de llamar la atención sobre un uso, en ocasiones, abusivo del derecho penal y de la legislación de extranjería. Por nuestra parte, suscribimos que “el mundo no necesita muros sino puentes”5 y apostamos por un modelo de justicia restaurativa, no meramente vindicativa, capaz de proteger y reparar eficazmente a la víctima (la gran olvidada del proceso penal convencional), responsabilizar al infractor y devolver la paz social a la colectividad procurando el apoyo a la primera y la reinserción social del delincuente.

    V.- Por lo que respecta a la pastoral penitenciaria, hemos constatado su vigor en todo el mundo, por más que en muchos lugares vea limitada su actuación o carezca de medios suficientes. Los capellanes, religiosos y religiosas y laicos hacen de ella una auténtica pastoral de justicia, libertad, misericordia, reconciliación y esperanza, que visibiliza el amor de Dios tras los muros de las prisiones. Como acción pastoral se dirige al ser humano en todas sus dimensiones, tratando de prestarle auxilio espiritual, alimentando su fe con la Palabra y los sacramentos de la Iglesia, subviniendo sus necesidades materiales y procurándole el apoyo jurídico para la defensa de sus derechos fundamentales. Pretende con todo ello que “el tiempo de privación de libertad sea efectivamente un tiempo de Dios”6. Como acción de Iglesia trata de interactuar con las diócesis7 y con las parroquias con el fin de contribuir tanto a la prevención de los delitos como al acompañamiento de los presos y a la reinserción social de los excarcelados.

    VI.- En el plano organizativo, consideramos que todos los esfuerzos en favor de los hermanos y hermanas encarcelados en todo el mundo, auténtico “rostro de Cristo preso”, se verían notoriamente favorecidos atendiendo al requerimiento de la Asamblea General al Comité Ejecutivo para continuar los pasos dados y promover la erección de la ICCCPPC como Asociación Internacional Pública de Fieles informando de los mismos en la siguiente Plenaria.

    VII.- Conscientes de que “queda mucho por hacer” y que, por consiguiente, todavía “nuestra conciencia no puede permanecer tranquila”8 confiamos en la bondad del Dios Amor, capaz de “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). Encomendamos a Él a nuestros hermanos y hermanas privadas de libertad y todos nuestros afanes, sabiendo que su paciencia extremada nos acompaña y que amorosamente nos presiona para alcanzar el auténtico “año de gracia y de liberación”. Con la ayuda de Dios, a ello seguiremos consagrando nuestros esfuerzos.

    En Roma, a 11 de octubre de 2007.


    Notas:

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    [1]  Hb 13,3
    [2]  Mensaje Jubilar de Juan Pablo II para las cárceles, 9-7-2000, Editado en Madrid-Beirut por ICCPPC, 2003, 2a. La numeración (2a) se corresponde a esta edición.
    [3]  Deus caritas est, 25 .
    [4]  Redemptor hominis 14 ; Centesimus annus 53 .
    [5]  Juan Pablo II, 16-11-2003, refiriéndose al muro levantado por el Estado de Israel en Tierra Santa.
    [6]  Mensaje jubilar, op. cit. 3c.
    [7]  Acogiendo la petición formulada por Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica Postsinodal Sacramentum caritatis 59 .
    [8]  ibíd. 5. b.