Arzobispo  -  Carta semanal
Venid y lo veréis
19 de enero de 2003

Publicado: BOA 2003, 16.


En muchas ocasiones se nos dice que la fe cristiana no pasa de ser un sentimiento religioso más, que tiene como fuente de inspiración Jesús de Nazaret, que nos habla de Dios como lo han hecho otros grandes hombres religiosos. Para mí ésta es una manera de ver la fe cristiana muy insatisfactoria. Ya sé que en nuestra sociedad existe una pluralidad de pareceres también respecto a la así llamada “religión”, que aboga precisamente por un pluralismo y aceptación de todas las religiones como iguales, y quien no acepta esta visión de las cosas es tachado de intransigente e incluso de fundamentalista.

Sin embargo, yo no puedo negar que Cristo es la plenitud y el único Salvador y no creo que por eso desprecie a los demás creyentes y a los que no piensen o vivan como yo. La fe cristiana es respuesta personal a una llamada personal que Jesús hace a cada uno de nosotros. Se da por ello un encuentro entre Él y nosotros que es magistralmente narrado en el evangelio de este domingo (II del tiempo ordinario, ciclo B): los discípulos del Bautista siguen a Jesús, a quienes les pregunta: «¿Qué buscáis?»; ellos le contestan: «Rabí, ¿dónde vives?». Cristo responde: «Venid y lo veréis». Sin esta característica personal de encuentro no hay fe cristiana, pues comienza así una relación con Jesús única y que lleva a aceptar que Cristo no es un camino, sino el camino, no es una verdad, sino la verdad, no es una vida, sino la vida. El que no está con Él está contra Él. Así de simple.

En la pregunta «Maestro, ¿dónde vives?» está contenida la petición: «Enséñame los caminos que conducen a mí mismo, revélame el refugio profundo que tu amor gratuito ha querido construirse en lo más íntimo de mis ser. Haz que, recorriendo hacia atrás uno tras otro los senderos de mi vida consciente, reencuentre siempre en sus orígenes tu gracia misericordiosa que previene mis iniciativas y me ofrece mis verdaderos valores».

Jesús responde invitando a sus futuros discípulos: «Venid y veréis». Es un abrir los ojos de aquellos que le siguen, para aprender a conocerle en cada una de las muchas y humildes presencias de Cristo y de este modo aprendan a encontrarle en la prosa santificante de sus deberes cotidianos. Aquí habita justamente Cristo, en la vida cotidiana, en ese humilde deber cumplido, sea cual fuere. Aquí encontramos a Dios, y no sólo de paso o furtivamente, sino de modo estable y permanente.

La fe cristiana tiene, pues, carácter de globalidad, no afecta únicamente a una parte de nuestro ser, precisamente porque es un encuentro interpersonal con Cristo, que da sentido a toda la vida. Es así plenitud, a la que se llega en los encuentros personales que se dan en el cada día del creyente. Y no esperamos a otro ni otros acontecimientos salvadores.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid