Arzobispo  -  Homilía
Natividad del Señor 2008 - Medianoche
24 de diciembre de 2008

Publicado: BOA 2008, 0.


En la quietud de esta Noche santa — Nochebuena, decimos—, os invito, queridos hermanos, a acurrucarnos en el portal de Belén, mirar y contemplar, porque, aunque es pequeño, en este lugar hay sitio para todos.

Recordemos los hechos: José y María, conocidas las órdenes del emperador romano, buscan una caravana que vaya hacia Belén y se incorporan a ella, dispuestos a iniciar un viaje de varios días, y preguntándose si tendrán al niño por el camino o si llegarán a tiempo a Belén. Y llegan al pueblo, y como cualquier viajero van a alojarse al albergue para las caravanas que se encuentra en todas las poblaciones orientales, y que recibe el nombre de caravasar. Esos albergues eran edificios de dos pisos en torno a un patio central; en el de abajo se guardaban los animales, mientras en el de arriba se alojaban las personas. Y ocurrió que encontraron el piso de arriba muy lleno, de manera que difícilmente se podía meter allí una mujer embarazada a punto de dar a luz: estaban mejor abajo, en el establo de los animales. Sin duda el parto sería más tranquilo...

Y dice el Evangelio de san Lucas: «Estando allí, le llegó el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre» (Lc 2,6-7). Comenta san Antonio de Padua: «“ Estando allí”. ¿Dónde es allí? En la casa del pan (Betlehem); también María es la casa del pan. El pan de los ángeles se hizo leche para los pequeñitos a fin de que los pequeñitos se hiciesen ángeles. “ Dejad, pues, que los niños vengan a mí” para mamar hasta saciarse del pecho de sus consolaciones. Nótese que la leche es de sabor dulce y aspecto agradable. Así Cristo, en frase de Juan Crisóstomo, con su dulzura atraía a los hombres y mujeres, como el imán atrae el hierro. Él dice en el Eclesiástico: “ Los que me coman quedarán con hambre y los que me beban quedarán con sed”. Es también de agradable aspecto, “ que los ángeles desean contemplar”».

«“ Se cumplieron los días del parto”. Esta es la plenitud de los tiempos, el día de la salvación. El año con toda suerte de bienes. Pues desde el pecado de Adán hasta la venida de Cristo fue tiempo vacío; por eso dice Jeremías: “ Miré la tierra y he aquí que estaba vacía y como nada», porque el diablo lo había devastado todo, día de dolor o de enfermedad (como leemos en el Salmo): Resolviste todo su lecho en su enfermedad, año de maldición, según la expresión del Génesis: “ Por ti será maldita la tierra”. Pues hoy se cumplieron los días de su parto. De la plenitud de este día hemos recibido todos. Por eso se dice en el Salmo: “ Seremos colmados de los bienes de tu casa”. A ti, Virgen Santísima, alabanza y gloria, porque hoy estamos saciados con la bondad de tu casa, es decir, de tu vientre. Nosotros, antes vacíos, ahora estamos llenos; antes enfermos, ahora sanos; antes malditos, ahora benditos, porque como se dice en los Cantares: “ Tus renuevos, un paraíso”. Nos recuerdan estas palabras a aquellas de san Jerónimo: “ No debéis desesperar por haber nacido (Jesús) una sola vez de María: a diario nace en nosotros... También nosotros, si queremos, podemos engendrar a Cristo. ‘ Y la tierra dará su fruto’, del que se confeccione el pan celestial. De él dice: ‘ Yo soy el pan bajado del cielo’” (Tratado sobre el Salmo 84: CCL 78, 107-108)».

Sigue: «“ Y dio a luz a su hijo primogénito”. Esta es la bondad, este es el paraíso. Corred, pues, hambrientos, avaros y usureros, para quienes el dinero vale más que Dios. “ Venid aun los que no tenéis dinero”, comprad el grano de trigo que hoy la Virgen sacó del granero de su vientre. Ha dado a luz a un hijo. ¿Qué hijo? A Dios, el Hijo de Dios. ¡Oh tú, más feliz que ninguna mujer feliz, que diste un Hijo a Dios Padre! ¿Cuál no sería la gloria de una pobrecita mujer si hubiese dado un hijo a un emperador mortal? ¡Cuánto mayor con mucha diferencia no va a ser la gloria de la Virgen que dio un Hijo a Dios Padre! Y “ dio a luz a su Hijo”. El Padre dio la divinidad; la Madre, la humanidad; el Padre, la majestad; la Madre, la debilidad. “ Dio a luz un Hijo”, Emmanuel, Dios con nosotros. ¿Quién, pues, contra nosotros? Como dice Isaías: “ Puso en su cabeza el casco de la salvación”. El casco es la humanidad; la cabeza, la divinidad. La cabeza oculta bajo el casco es la divinidad bajo humanidad. Por tanto, no hay que temer. De nuestra parte está la victoria, porque con nosotros está Dios armado. Gracias sean dadas, Virgen gloriosa, pues por ti está Dios con nosotros. “ Dio a luz a su Hijo primogénito”, es decir, engendrado del Padre antes de los siglos, o “ primogénito de entre los muertos, o entre muchos hermanos”».

«“ Y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre”. ¡Oh pobreza! ¡Oh humildad! El Señor del universo envuelto en pañales; el rey de los ángeles es acostado en un establo. ¡Avergüénzate, insaciable avaricia! ¡Consúmete, soberbia del hombre! “ Le envolvió en pañales”. Advierte que Cristo al principio y al fin de su vida fue envuelto en paños. “ José — dice san Marcos— compró una sábana, lo bajó, y lo envolvió en la sábana”. ¡Dichoso aquel cuya vida acabe en la inocencia bautismal! El viejo Adán, cuando fue arrojado del paraíso, “ vistió una túnica de pieles”. Ésta, cuanto más se lava, más fea se pone. El nuevo Adán, en cambio, fue envuelto en pañales, cuya blancura nos representa la pureza de su madre, la inocencia bautismal y la gloria de la resurrección general. “ Y lo acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón”. Aquí tienes, como se dice en los Proverbios, a “ la cierva carísima y al gratísimo cervatillo”. En ciencias naturales se dice que la cierva pare en camino trillado. Sí, la Virgen santa dio a luz en el camino “ por no haber posada”. Posada se dice en latín “ diversorium”, porque se llega allí por diversos caminos».

Hasta aquí la lectura del sabio san Antonio sobre el nacimiento de Jesucristo. Nos muestra cómo se lee la Biblia con sentido profundo, unitario, jugoso y atractivo. Pero no terminemos aún nuestra contemplación del misterio de Belén. «Donde ha brotado la fe en aquel Niño, ha florecido también la caridad: la bondad hacia los demás, la atención solícita a los débiles y los que sufren, la gracia del perdón. Desde Belén, una estela de luz, de amor y de verdad impregna los siglos. Si nos fijamos en los santos — desde san Pablo y san Agustín a san Francisco y santo Domingo, desde san Francisco Javier a santa Teresa de Jesús y la madre Teresa de Calcuta—, vemos esta corriente de verdad, este camino de luz que se inflama siempre de nuevo en el misterio de Belén, en el Dios que se ha hecho Niño. Contra la violencia de este mundo, Dios opone en ese Niño su bondad y nos llama a seguir al Niño». «La luz de Belén nunca se ha apagado. Ha iluminado a hombres y mujeres a lo largo de los siglos, los ha envuelto en su luz...».

«Esto es lo que a Dios le interesa. Él ama a todos porque todos son criaturas suyas. Pero algunas personas han cerrado su alma; su amor no encuentra en ellas resquicio alguno por donde entrar. Creen que no necesitan a Dios; no lo quieren. Otros, que quizás moralmente son igual de pobres y pecadores, al menos sufren por ello. Esperan en Dios. Saben que necesitan su bondad, aunque no tengan una idea precisa de ella. En su espíritu abierto a la esperanza, puede entrar la luz de Dios y, con ella, su paz. Dios busca a personas que sean portadoras de su paz y la comuniquen. Pidámosle que no encuentre cerrado nuestro corazón. Esforcémonos por ser capaces de ser portadores activos de su paz, concretamente en nuestro tiempo» (Benedicto XVI, Homilía de la Misa de medianoche 2005).

Él ha nacido para todos. Todos somos invitados a esta fiesta, a alegrarnos en ella, a gozar del amor que nos hace hermanos que aman a los más necesitados. Todos cabemos en esta fiesta. Entrad en el gozo de la Madre de Dios. ¡Bendito eres Tú, nuestro Dios nacido hoy, gloria a Ti! Os deseo una hermosa y feliz Navidad.