El Colegio de San Ambrosio, la morada de la promesa

El Colegio de San Ambrosio, la morada de la promesa

15 diciembre, 2023

Imágenes de devoción, por Javier Burrieza

Valladolid, camino de devoción del Sagrado Corazón de Jesús (5)

 EL COLEGIO DE SAN AMBROSIO, LA MORADA DE LA PROMESA

Torrelobatón, Medina del Campo, Villagarcía son los primeros hitos de la ruta del Sagrado Corazón de Jesús en Valladolid a través de la trayectoria del padre Bernardo Francisco de Hoyos. La ciudad del Pisuerga entra en escena cuando el que ya era jesuita, aunque en formación, es enviado al colegio de San Ambrosio, cuya iglesia es el actual Santuario Nacional de la Gran Promesa. Los jesuitas habían llegado a Valladolid en 1545, cuando se encontraban en la entonces villa cortesana los príncipes Felipe y María Manuela de Portugal. Allí llegaron aquellos dos primeros padres de la Compañía, Antonio de Araoz y el beato Pedro Fabro, el primer sacerdote jesuita.  Con ciertas dificultades, mucho mayores de las que se van a manifestar en Medina del Campo en 1551, se estableció un colegio que se puso bajo la advocación de San Antonio de Padua, entre las parroquias de San Miguel y San Julián. Allí comenzaron a desarrollarse los primeros ministerios de la palabra, propios de los de la Compañía, pero también a leerse algunas lecciones. Con motivo de la Congregación General que se reunió en Roma en 1565 a la muerte del segundo prepósito general Diego de Laínez, se estableció que en cada provincia se habría de abrir una casa profesa, es decir, solamente habitada por padres profesos, último de los grados de la Compañía, considerados como aquellos miembros que podían vivir el máximo ideal ignaciano vital. Aquel colegio establecido en 1545 debía trasladarse. La Casa Profesa que se estableció en él, se continuó llamando de San Antonio. Con el tiempo habría de cambiar de nombre y de condición jurídica.

Será en la parroquia de San Esteban, donde se abrió esa segunda casa jesuítica y se puso bajo la advocación del doctor de la Iglesia y arzobispo de Milán, San Ambrosio. Para su desarrollo posterior, el obispo de origen vallisoletano y pastor en la diócesis de mexicana de Tlaxcala Diego Romano, impulsó la construcción de su templo. Con otras ayudas se fueron estableciendo cátedras, lecciones, distintas disciplinas, que convirtieron a San Ambrosio de Valladolid en el gran colegio académicamente hablando de los jesuitas junto al Pisuerga. Por allí empezaron a pasar grandes de la Compañía como sucedió con Francisco Suárez, después Luis de La Puente o Antonio de Padilla –que no siempre tuvieron la misma opinión con respecto al papel de Santo Tomás en la teología de la Compañía–, sin olvidar que se convirtió en el colegio más cercano física e intelectualmente a la Universidad. De esta manera, en distintos momentos se concertó la cesión de la gramática latina a los jesuitas, sin que faltasen reticencias en el claustro de los doctores de la Universidad. También San Ambrosio fue el lugar donde vivían los titulares de la cátedra de propiedad de la Compañía de Jesús, a partir de la creación de la misma a principios del siglo XVIII, cuando se acercaban los años de Bernardo Francisco de Hoyos.

Éste vino a estudiar Teología y aquí se encontró con una importante biblioteca en la cual buscar un libro de un importante jesuita francés, el padre Gallifet, dedicado a la expansión de la devoción del Sagrado Corazón siguiendo la líneas de Claude de la Colombière y Jean Croiset. Gallifet perseguía, desde el puesto de responsabilidad que había tenido de asistente del general en Francia, conseguir la misa y oficio del Sagrado Corazón de Jesús, así como la difusión de las congregaciones y cofradías a esta devoción dedicadas. Dentro de esos objetivos se encontraba Bernardo Francisco de Hoyos, desde sus experiencias místicas y la recepción de la Gran Promesa. No era extraño que desde el Colegio de San Ambrosio, en cuya capilla de la Congregación se inició la historia de las novenas al Sagrado Corazón en España y donde un siglo y medio después de abrió el proceso de la santificación del joven jesuita, desde San Ambrosio de Valladolid decimos, el que se habría de convertirse en joven sacerdote de Torrelobatón supo recurrir a los más poderosos altavoces de la Compañía para tratar de expandir la promesa recibida.