El Santuario Nacional de la Gran Promesa. Planteamiento de su creación

El Santuario Nacional de la Gran Promesa. Planteamiento de su creación

16 abril, 2024

Imágenes de devoción, por Javier Burrieza

Valladolid, camino de devoción del Sagrado Corazón de Jesús (13)

EL SANTUARIO NACIONAL DE LA GRAN PROMESA. PLANTEAMIENTO DE SU CREACIÓN

Mucho había cambiado, por circunstancias políticas y eclesiales, lo que vimos fundado como colegio de San Ambrosio y morada de Bernardo de Hoyos en el siglo XVIII. Las disposiciones sobre las temporalidades de los jesuitas habían troceado aquel complejo para distintos fines. El templo se había convertido en parroquia, con traslado de la antigua y próxima de San Esteban –bajo la advocación de San Esteban el Real–. Uno de los usos del edificio fue el de seminario del Real Colegio de Escoceses, mientras que otra parte fue ocupado por el Arma de Artillería con distintas variaciones desde finales de la centuria de la expulsión. El nuevo proyecto para este antiguo edificio jesuítico, en el siglo XX, y acercándose el segundo centenario de la Gran Promesa de 1733, lo planteó el arzobispo Gandásegui aunque lo culminó su sucesor Antonio García. Era necesario obtener la licencia del Gobierno para modificar el destino que habían tenido estas antiguas posesiones de la Compañía. No se trataba de conseguir una venta del seminario de escoceses, sino el traslado de éstos a otro edificio dentro de la ciudad y la compra del mismo por parte del episcopado español. Además, la Conferencia de Metropolitanos estableció que se celebrase en Valladolid el IV Congreso Eucarístico Nacional en octubre de 1931. El presidente de esta Conferencia –que conocía bien la ciudad y diócesis, el entonces cardenal Pedro Segura– indicaba que la del Pisuerga era “la ciudad de la Gran Promesa del Sagrado Corazón a nuestra amada España”.

La situación cambiante que se produjo desde abril de 1931 impidió su celebración pero el arzobispo Gandásegui continuó trabajando de cara a la celebración del segundo centenario de la Gran Promesa, que habría de ser en mayo de 1933. Esto suponía avanzar en la transformación del complejo San Ambrosio-San Esteban, con la incorporación de la significativa creación del artista Félix Granda con la representación de un Cristo Rey-Sagrado Corazón, con una portentosa y poderosa fuerza expresiva. Al clima de hostilidad del primer bienio republicano, se unía la delicada salud del prelado aunque todo ello no fue óbice para que Gandásegui se dirigiese a sus diocesanos en la conmemoración del segundo centenario de la Gran Promesa con una exhortación pastoral. Al mismo tiempo, el jesuita padre Getino indicaba que “San Ambrosio de Valladolid es propiamente verdadero Santuario, porque en él tuvieron lugar sucesos sobrenaturales, desacostumbrados, extraordinarios y de suma trascendencia”.

Pensemos que en aquel 1933 la Compañía de Jesús no tenía presencia oficial en España, tras la aplicación del artículo 26º de la nueva Constitución. En su alocución, el prelado ya se refería a la bendición que había sido remitida por Pío XI para con el Santuario Nacional de la Gran Promesa. Éste ya habría de tener su propio órgano portavoz, en edición mensual y desde su creación en 1934, con el nombre de “Reinaré en España”, publicación muy estudiada desde la mentalidad política y eclesial por el catedrático dominico Jesús María Palomares. Estas páginas trataban de generar la atracción de los católicos españoles hacia esta institución. Su primer director fue un jesuita muy cercano al arzobispo Gandásegui, Marcelino González que, junto otro destacado padre de la Compañía, Nazario González, difundieron esta devoción. Ya en ese mismo 1934 se organizó una solemne novena dedicada a Cristo Rey y en este templo del Santuario Nacional de la Gran Promesa. La finalidad de la misma era rezar por “las necesidades de la Iglesia y de la Patria para impetrar la más pronta realización de la obra del Santuario, como reconocimiento pleno, cabal y perfecto de la soberanía divina de Jesucristo en España, en los países de Ibero América y en el Mundo entero”. Gandásegui se preguntaba, ¿para qué es el Santuario Nacional? A su juicio los católicos españoles debían agradecer el “amor especial que el Corazón de Jesús les mostró con sus manifestaciones extraordinarias en el Colegio e Iglesia de San Ambrosio”. El nuncio Tedeschini, en carta de abril de 1934, comunicaba el placet pontificio para la creación del Santuario, definido por algunos autores como el “Paray-le-Monial español”. Con motivo del segundo centenario, en 1935, de la muerte del padre Hoyos, el arzobispo Gandásegui recordaba que el templo del antiguo colegio jesuita debía ser el “gran centro de piedad y fervor nacionales”, pensando que la conclusión de sus obras iba a marcar una nueva época en la historia de España, “punto de partida de nuestro mejoramiento social, moral y religioso”. Pronto habría de llegar 1936.