El seminarista Alberto Rodríguez Cillero es ordenado diácono

El seminarista Alberto Rodríguez Cillero es ordenado diácono

4 octubre, 2020

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El cardenal arzobispo de Valladolid, don Ricardo Blázquez, ha ordenado está tarde en la catedral a Alberto Rodríguez Cillero como nuevo diácono de la archidiócesis vallisoletana.

Alberto, de 27 años y que accedió al Seminario Mayor desde la Universidad, ha dado así un importante paso en su camino hacia el sacerdocio. Desde hoy forma parte del clero vallisoletano  tras haber recibido el primer grado del sacramento del orden con la imposición de manos de don Ricardo. La catedral, mermada en su aforo por las restricciones a las que obliga la pandemia, ha sido testigo del compromiso del joven ante su pastor a “observar el celibato durante toda la vida”, “conservar y acrecentar el espíritu de oración y celebrar la Liturgia de las Horas” e “imitar siempre en su vida el ejemplo de Cristo, cuyo cuerpo y sangre servirán con sus propias manos”.

 

En el transcurso de la ceremonia de ordenación, en la que el ya diácono ha estado acompañado por sus familiares y amigos,  compañeros seminaristas y varias decenas de sacerdotes y diáconos permanentes, don Ricardo le ha recordado que “diácono es sinónimo de ministro, de servidor” y le ha pedido, al igual que pide a los obispos y sacerdotes, que sea un “fiel imitador de Jesucristo que vive, no para ser servido, sino para servir y entregar su vida por todos nosotros”

 

El arzobispo vallisoletano ha dado las gracias a Dios por la vocación del seminarista: ” porque Él te ha llamado y porque tú, Alberto, has ido respondiendo ‘sí’. Y gracias también por todos los que te han ayudado en la maduración de tu respuesta”.

“Pide al Señor por hoy y por mañana, y mañana vuelve a pedirle para que al día siguiente -le ha recomendado el pastor- te conceda la gracia del celibato, de la pobreza, de la humildad y la oración”.

Con la ordenación diaconal, Alberto Rodríguez podrá administrar el sacramento del bautismo y presidir los matrimonios y las exequias, así como exponer el Santísimo Sacramento, distribuir la comunión y proclamar el evangelio y la oración de los fieles en las celebraciones litúrgicas. Además, en cuanto “servidor” se ha comprometido a vivir de acuerdo con la Palabra de Dios que predicará, teniendo especial predilección en el cuidado y atención de pobres y enfermos.