“Los sueños se construyen juntos”. Vigilia de Pentecostés

“Los sueños se construyen juntos”. Vigilia de Pentecostés

24 mayo, 2021

Pentecostés significa quincuagésimo, cincuenta días. Es una fiesta judía ( celebran los cincuenta días de la entrega de los Mandamientos de Dios en el monte Sinaí); también, una fiesta cristiana, en la que se conmemora  la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles ( cincuenta días después de la Resurrección del Señor). Es el Día de la Acción Católica y del Apostolado seglar. Levantado el “estadote alarma”, este año ha podido celebrase la vigilia en la Catedral; como siempre, con gran solemnidad. Esta vez, con el lema sugerido por el Papa:  “Los sueños se cosntruyen juntos”. La celebración estuvo presidida por el don Ricardo Blázquez, con su obispo auxiliar, don Luis Argüello, el deán, José Andrés Cabrerizo, varios sacerdotes y, completado el aforo permitido, acompañado por una amplia representación laical del Apostolado vallisoletano de la ciudad (tratransmisión en directo en el canal de Youtube ). El coro de jóvenes dio bríos a la celebración.

En su homilía, don Ricardo, en referencia al lema de esta Jornada, dijo, con emoción contenida,   palabras muy sabias: “El sueño, los sueños – en las Sagradas Escrituras-  son   una lengua profunda con la que el Señor habla; por ejemplo, a Samuel, al que le invita a una vocación singular, que tiene que interpretar con la ayuda de otras persona más expertas. En los primeros capítulos del evangelio de Mateo, por cuatro veces el Señor a José le comunica lo que tiene que hacer,  en situaciones bien complicadas de la vida”. Cuando a los Apóstoles les dicen tras la venida del Espíritu Santo, que “están bebidos”, Pedro responde que se cumple la profecía de Joel:  « los jóvenes  tendrán  visones y los ancianos sueños».  “Un sueño –dijo- de carácter misionero. El sueño tiene que ver con la esperanza” Y se preguntó: “ ¿Qué soñamos en nuestra humanidad? La vida nos está impidiendo proyectar sueños. El Papa nos invita a mirar hacia delante… Que el Señor nos despierte. «¡Qué vacío hay en el hombre si tú le faltas por dentro!». Exhortó a que  pidamos al Señor que venga, nos dé su Espíritu y podamos caminar. Manifestó: “Después de las situaciones  en que estamos inmersos desde hace tanto tiempo,  también cansados y que no desaparecen los miedos, que el Señor toque nuestra vida, que nos despierte”. Con la Secuencia del Espíritu Santo, exclamó de nuevo: «¡Qué vacío en el hombre si tú le faltas por dentro!».  Dijo: “Necesitamos un soplo potente del Espíritu y podamos caminar. Pidamos la luz del Espíritu. Sin él quedamos inertes”,  sin ganas de nada.

Al Espíritu Santo solo se le puede representar de modo  simbólico: en el Jordán, apareció en forma de paloma y, en Pentecostés, como llamaradas, como lenguas de fuego que se posaban sobre cada uno. ¡Qué bien lo plasmó el Greco con sus pinceles!

El Espíritu Santo es Dios, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, que procede del Padre y del Hijo. Es el Amor mutuo y personificado del Padre y del Hijo, como una explosión de ese Amor eterno entre ambos. La Trinidad de Dios en su Unidad,  es la esencia divina, un Misterio ininteligible para nuestra capacidad limitada y que creemos por Fe; sólo unos pocos místicos han recibido la gracia de contemplarlo en vida, pero todavía velado, no perfectamente.

Dios actúa mediante el Espíritu Santo. Él Divino Espíritu obra la gracia de la santidad y nos rescata de nuestras tristezas. Sin él, todo volvería al polvo.

Jesús  prometió, a los Apóstoles, enviarles su Espíritu, que les abriría la mente sobre sus enseñanzas. Tras su Ascensión, permanecieron reunidos en Jerusalén “hasta ser revestidos de la fortaleza de lo Alto”. Con ellos, en oración en el Cenáculo, estaba la Madre de Jesús. Tras Pentecostés, esos hombres miedosos ( ninguno se había atrevido a la cara por el Maestro) se llenaron  de Fortaleza para confesar a Cristo ante los hombres, sin importarles las consecuencias, que conocían, pues se las había anunciado el Maestro. Y eso continúa en tantos cristianos que aman sinceramente a Jesucristo y están dispuestos a dar la vida por Él. Necesitamos invocar al Espíritu Santo siempre, y más ahora en pandemia: Al Espíritu Santo le pedimos amor,  paz, alegría, fortaleza, discernimiento. “Espíritu Santo, renueva la faz de la Tierra. Llena nuestros corazones en el fuego de tu amor. ¡Ven,  Padre amoroso del pobre, Luz de los corazones, Dulce Huésped del alma, Consolador incomparable…! Salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno”.

Pepi Romo