San José Fernández. Llegada la hora del martirio (y IV)

San José Fernández. Llegada la hora del martirio (y IV)

19 julio, 2017
San José Fernández
San José Fernández

Bienaventurados – Santos Vallisoletanos. Serie de Artículos de Javier Burrieza

San José Fernández, fraile dominico. Nació en Ventosa de la Cuesta (Valladolid) en 1775 y murió mártir en Vietnam en 1838. Beatificado en 1900. Canonizado en 1988

En abril de 1839, tiempo después de haberse producido la ejecución de fray José Fernández, el vicario apostólico —el también dominico Jerónimo Hermosilla y después mártir en 1861— relataba al arzobispo de Manila el final del vallisoletano. Coincidió este momento de persecución con un tiempo de deterioro de salud de fray José. Los terrenos húmedos y pantanosos le debilitaron y causaron notables fiebres hasta que pudo llegar a la misión dominicana de Ninh-Choung donde pudo permanecer tan sólo unos días. Le acompañó en aquellas últimas jornadas en libertad el sacerdote Pedro Tuan. El día 8 de junio de 1838 era detenido. Estando en prisión recibió la noticia de que el Capítulo Provincial Dominicano de Manila le había nombrado vicario provincial: “lo digo con certeza —indicaba el catequista Lorenzo Komo acerca de la recepción de la misma— porque yo mismo llevaba las cartas a los misioneros”. Fueron conducidos a la cabecera de la provincia meridional, donde tuvieron lugar prolongados interrogatorios, subrayando fray José cual había sido la razón de su presencia en aquellas tierras: la enseñanza de la religión de Jesucristo. Fue dispuesto en un estrechísimo espacio, en una jaula, que le provocó la paralización de las dos manos y de medio cuerpo. En aquellas mazmorras pudo encontrarse con los obispos dominicos Ignacio Clemente Delgado y Domingo Henares. Fray José no era alimentado pero un cristiano sobornó al carcelero para poderle llevar la comida todos los días. Su parálisis en las manos le impedían comer por sí mismo, ayudándole otras personas a hacerlo. El tribunal que trataba de condenarlo, le quería obligar a que pasase por encima de la cruz. La sentencia, ante la negativa, no consideró suficiente la horca sino que sería de mayor “ejemplaridad” la decapitación y exposición de su cabeza. Su estado de debilidad hacía temer que llegase a la muerte sin necesidad de ejecución. El día 23 se recibía la orden del rey para el cumplimiento de la sentencia. El mencionado vicario apostólico relataba cómo fue sacado  de la jaula y condujeron su cuerpo tullido hasta el lugar de la ejecución. No había aún cumplido los sesenta y tres años.

Fue entonces, cuando el provincial de los dominicos bendijo la imagen del entonces nuevo beato, aquella que era alumbrada en procesión por los obreros del campo del “tío Anselmo” según nos ha recordado la monja dominica sor Carmen Obregón, familiar de fray José; sin olvidar la presencia de los paisanos de Ventosa e incluso del vicario apostólico de Tung-King.

Su cuerpo fue enterrado, inicialmente, en el mismo lugar del martirio, trasladándose después a Luc Thu Ha. La cabeza seccionada la tuvieron tres días colgada para la exposición pública y después la arrojaron al río, intentando los cristianos conseguirla “para guardarla conforme se debe”. Las monjas dominicas de Portacoeli afirman tener una importante reliquia de su cuerpo. Precisamente, según indica fray Jesús María Palomares, fue uno de los primeros dominicos que regresaron al entonces convento de San Pablo de Valladolid, fray Pablo Monzón, tras la exclaustración y desamortización, el que realizó la crónica diocesana en el Boletín de este Arzobispado narrando la beatificación en 1900 del fraile dominico de Ventosa, encabezando un grupo de veintiséis mártires de Extremo Oriente cuya heroicidad fue reconocida por el anciano papa León XIII. El cronista de la ciudad, Casimiro González García-Valladolid mencionaba las fiestas celebrada en aquel convento que habían vuelto a ocupar los dominicos, recordando precisamente a este su anterior novicio y estudiante, que había permanecido en San Pablo hasta días previos a los primeros episodios de la invasión francesa y la exclaustración. Fue entonces, cuando el provincial de los dominicos bendijo la imagen del entonces nuevo beato, aquella que era alumbrada en procesión por los obreros del campo del “tío Anselmo” según nos ha recordado la monja dominica sor Carmen Obregón, familiar de fray José; sin olvidar la presencia de los paisanos de Ventosa e incluso del vicario apostólico de Tung-King. “La concurrencia de fieles fue muy numerosa y el templo de San Pablo estuvo brillantemente decorado”, con la incorporación de la luz eléctrica.

La canonización llegó con Juan Pablo II el 19 de junio de 1988, en una ceremonia multitudinaria en la que se reconoció la santidad de 117 mártires de Vietnam del intervalo entre 1745 y 1862, españoles y franceses —21 el resto vietnamitas—, sacerdotes, religiosos y seglares. Y aunque el gobierno de aquel país impidió que sus obispos católicos pudiesen celebrar con el Papa, la ceremonia fue adelantada para su retransmisión con el fin de que los católicos participasen en el acontecimiento más importante de su Iglesia local. Para Valladolid, fue el reconocimiento de san José Fernández pero también del navarrés san Mateo Alonso de Leciñana. Ventosa le ha celebrado siempre a su paisano, con ciertas variaciones de calendario. De esta manera, aunque el día del martirio fue el 24 de julio, la festividad se fijó el 24 de noviembre, pero sus paisanos buscan la primera jornada veraniega para alumbrarle en procesión.