SAN JUAN DE LA CRUZ (I)
El “noviciado” de Valladolid junto a la madre Teresa

SAN JUAN DE LA CRUZ (I)
El “noviciado” de Valladolid junto a la madre Teresa

25 junio, 2017
EL NOVICIADO DE JUAN DE LA CRUZ EN VALLADOLID JUNTO A TERESA DE JESÚS
EL NOVICIADO DE JUAN DE LA CRUZ EN VALLADOLID JUNTO A TERESA DE JESÚS

Bienaventurados – Los santos que moraron en Valladolid. Serie de Artículos de Javier Burrieza

Bautizado como Juan de Yepes, doctor mysticus de la Iglesia desde 1926. Nació en Fontiveros, Ávila, el 24 de junio de 1542 y murió en Úbeda, Jaén, el 14 de diciembre de 1591. Inició la reforma descalza masculina con el Carmelo de Duruelo. Fue beatificado en enero de 1675 por Clemente X y canonizado en diciembre de 1726 por Benedicto XIII. Su sepulcro se encuentra en el convento de los carmelitas de Segovia.

 

Juan de Yepes, el futuro San Juan de la Cruz, nacido en Fontiveros, estuvo muy vinculado con el ámbito geográfico vallisoletano, sobre todo a través de dos localidades: Medina del Campo y Valladolid. En la villa de las ferias, aquel niño pobre —estudiado dentro del universo de la pobreza por Alberto Marcos— fue alumno del próspero Colegio de San Pedro y San Pablo, dirigido por la Compañía de Jesús. Una prueba más de que los jesuitas no eran solamente maestros, en la enseñanza del latín, de los privilegiados o bien situados. Precisamente, uno de sus profesores fue el padre Juan Bonifacio, el cual no solamente leía sus lecciones sino que escribió sobre la instrucción adecuada de la lengua latina, poniendo en marcha toda una “pedagogía del amor”. Quizás encontremos en su magisterio los fundamentos e instrumentos que manejó después Juan de Yepes en la escritura de sus versos inigualables.

Valladolid significó los inicios de su vinculación a la reforma descalza de la madre Teresa de Jesús. Precisamente, en la llegada de ésta para fundar la casa que le había encomendado Bernardino de Mendoza, cuñado del todopoderoso Francisco de los Cobos y hermano del obispo de Ávila, venía acompañada por las monjas que habrían de constituir la comunidad fundadora y por un fraile carmelita de pequeña estatura —“que aunque es chico, entiendo es grande en los ojos de Dios”—, llamado entonces fray Juan de Santo Matía. En realidad, ambos se habían encontrado en el verano de 1567 en Medina, nada más ser fundado aquel convento. Fray Juan, que entonces tenía veinticinco años y que se había graduado en la Universidad de Salamanca, dudaba en qué horizonte habría de recalar para el futuro, tentándole la vida eremítica, rigurosa y de penitencias. La madre Teresa, con cincuenta y dos, le convenció para comenzar, junto con fray Antonio Heredia, la reforma masculina de los carmelitas.

“Yo me fui con fray Juan de la Cruz a la fundación que queda escrita de Valladolid —escribe Teresa de Jesús— Él era tan bueno, que, al menos yo, podía mucho más aprender de él que él de mí”.

La fundadora no se iba a detener en su frenética carrera de conventos y aunque tenía que hablar mucho con fray Juan, no podía dejar de venir a Valladolid. Por eso, se lo trajo consigo siendo posible que en las primeras semanas del establecimiento junto al Pisuerga —y nunca mejor dicho porque la ubicación inicial del convento era el espacio de Río de Olmos, en el actual barrio del Cuatro de Marzo— podría iniciarle en sus objetivos, moderándole en sus intenciones. Teófanes Egido indica que aquel periodo fue todo un “noviciado” para el fraile. La madre Teresa recuerda esta convivencia con gran cariño en su libro de las Fundaciones: “Yo me fui con fray Juan de la Cruz a la fundación que queda escrita de Valladolid. Y como estuvimos algunos días con oficiales para recoger la casa, sin clausura, había lugar para informar al padre fray Juan de la Cruz de toda nuestra manera de proceder, para que llevase bien entendidas todas las cosas, así de mortificación como del estilo de hermandad y recreación que tenemos juntas; que todo es con tanta moderación. Él era tan bueno, que, al menos yo, podía mucho más aprender de él que él de mí”. También, el fraile carmelita ejercía de confesor y de director espiritual de aquellas monjas. Sin embargo, la conversación en Río de Olmos no fue fácil, pues la madre Teresa pretendía eliminar de fray Juan el rigor por el rigor que estaba tan de moda. No debieron faltar ciertas discusiones, confesadas por la misma monja — “yo que me he enojado con él a ratos” —, pues ella prefería moderar la vida de penitencia para cuidar de sus personas: “ellos [fray Antonio y fray Juan] como tenían estas cosas que a mí me faltaban, hicieron poco caso de mis palabras para dejar sus obras”. De aquí, fray Juan partió hacia Medina y después a Duruelo, en Ávila, donde habría de establecerse la primera casa con los dos frailes de la familia del Carmelo descalzo.

La multiplicación y expansión de estos carmelitas reformados en los años siguientes no habría de ser fácil, como se comprueba en la propia existencia de fray Juan de la Cruz. Llegó a sufrir prisión de la mano de sus “hermanos” calzados, tiempo del cual nacieron los más bellos versos en busca del “Amado”. En Medina se encuentran documentadas distintas visitas de fray Juan, confirmadas por las mismas monjas que con él se confesaban, además de nuevos encuentros con la madre Teresa. Su madre Catalina Álvarez murió en 1580 en aquella localidad, habiendo pedido la reformadora a sus monjas que se ocupasen de su cuidado. Sus restos reposan en el convento de San José de Medina.