Vídeo del resumen del curso 2019-2020 de la Iglesia en Valladolid

Vídeo del resumen del curso 2019-2020 de la Iglesia en Valladolid

22 septiembre, 2020

El resumen del curso pastoral al que decimos adiós no puede ser el habitual porque el curso no lo ha sido. En el año más extraño de nuestras vidas, este repaso no puede ser un mero recordatorio de actividades, celebraciones y encuentros, porque gran parte de ellos no han podido celebrarse o han tenido lugar en el interior de los hogares. No puede ser el final de un capítulo, porque en la historia a narrar sigue habiendo muchas incertidumbres e interrogantes. Lamentablemente, tampoco puede ser precisamente alegre, porque han sido demasiados los momentos de dolor. Y no puede ser un punto y aparte porque ya no seremos los mismos.

Tampoco concluiremos este compendio con la Virgen de San Lorenzo procesionando por las calles o engalanada de flores, porque esa pandemia que nos pilló desprotegidos y nos hizo darnos de bruces con nuestra propia fragilidad, todavía nos amenaza.

Sin embargo, sí querríamos iniciarlo y terminarlo con optimismo, porque los cristianos nos nutrimos de la esperanza fecunda que brota de la fe y, por ello, estamos llamados a vivir estas circunstancias de dolor en compañía y acompañando y, sobre todo, buscando la mejor manera de irradiar la alegría del Evangelio.

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Nada hacía vaticinar lo que nos caería encima y el curso pastoral comenzó con normalidad y con el propósito de promover la vocación y la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad. Uno de los principales acentos de esa acción laical, sin embargo, sí ha acabado siendo premonitorio, el de abordar y acompañar las situaciones de soledad en todas sus dimensiones, mirando el rostro de Cristo en las personas mayores, los enfermos o los necesitados.

El que sería el curso sin procesiones, sin la devoción y la plasticidad de la religiosidad popular en la calle, comenzó con dos cortejos marianos, el de La Virgen de San Lorenzo y la procesión jubilar de Nuestra Señora de las Angustias, con la que se clausuró el congreso nacional de hermandades de esta advocación. El 22 de septiembre Don Ricardo ordenó en la Catedral a Luis Arturo Vallejo, que se incorporó gozoso al presbiterio y que desde entonces desempeña el sacerdocio en la comarca terracampina.

CONFER y las distintas delegaciones echaron a andar y en Villagarcía también lo hicieron los sacerdotes, a quienes su pastor, quizás también y sin querer anticipándose, pidió que estuvieran atentos para que la fraternidad se hiciera cercanía en las dificultades. Los colegios, las catequesis, nuestro seminario, las cofradías…Todos comenzaron a rodar cargados de planes e ilusiones.

Casi un mes permaneció la Cruz de Lampedusa en nuestra capital, nuestros pueblos, iglesias, conventos y colegios para recordarnos el drama de las migraciones y la muerte de los refugiados y para que no caiga en saco roto la invitación que nos hace el Papa a construir un mundo que no sea cómplice de la globalización de la indiferencia

Octubre fue también el de la jornada por la iglesia por ese trabajo decente que, desgraciadamente, hoy es un clamor de primer orden y el Mes Misionero Extraordinario convocado por el Papa bajo el lema “bautizados y enviados”, con el propósito de despertar la conciencia de la misión ad gentes y de retomar con nuevo impulso la responsabilidad de proclamar el Evangelio a todos los bautizados. El amplio programa diseñado desde la Delegación de Misiones incluyó encuentros de oración, la campaña del Domund, la presentación del plan pastoral; el inicio de la fase diocesana del Consejo Nacional de Laicos que se celebraría fecundamente en el mes de febrero, y el tradicional envío misionero de los agentes de pastoral de la Diócesis, en esta ocasión desde la Catedral.

Sí pudieron celebrarse los tres encuentros para catequistas y profesores convocados con el propósito de dialogar sobre la acción pastoral con los niños, adolescentes y jóvenes y favorecer la colaboración de la parroquia y la escuela con las familias en la misión evangelizadora. La Delegación de Familia desembarcó con éxito en la feria De Boda para dar a conocer el itinerario de novios, que ya funciona en nuestra diócesis y que este curso se pretende enriquecer y fortalecer.

Valladolid se impuso a Lorca como sede del encuentro nacional de hermandades y cofradías. No podrá celebrarse este mes de octubre, como estaba previsto, pero la delegación de Juventud y las secciones juveniles de las hermandades siguen con enorme trabajo e ilusión pensando ya en 2021 y colaborando activamente en la vida de la Diócesis

El Día de la Iglesia Diocesana fue el momento elegido para presentar las cuentas de la casa e invitar a los fieles a dar las gracias y a colaborar en su misión y sostenimiento; mientras que la Jornada Mundial de los Pobres nos invitó, y nos invita todos los días, a mirarnos de tú a tú con el más necesitado, ya sea por falta de recursos o exceso de soledad, para subrayar la dignidad de todos y la fraternidad que nos brinda el Padre Común.

El pobre de aquí, y el de allí. Nos transmitieron sus preocupaciones en las jornadas sobre la Amazonía en las que, al igual que había sucedido en el sínodo de Roma, se abordó la evangelización, pero también los problemas sociales, económicos y ecológicos por los que atraviesa la sierra amazónica.

Nos preparamos para recibir al Niño Dios en nuestra capital, nuestros pueblos y nuestros corazones y para la dar bienvenida también al nuevo año, el año que pasará a la historia del mundo como el del COVID-19. Pero antes de que la pandemia se adueñara de la actualidad y transformara nuestras vidas, la Diócesis de Valladolid recibió con gozo la toma de posesión de don Francisco Cerro como arzobispo de Toledo. ‘Paco Cerro’ como todavía le recuerdan con mucho cariño los vallisoletanos, ejerció durante 18 años el sacerdocio en Valladolid, donde fue capellán del Santuario Nacional de la Gran Promesa e impulsor del Centro Diocesano de Espiritualidad.

En febrero Manos Unidas nos recordó la necesidad de vincular el clamor de los pobres al de la tierra, mientras que las distintas delegaciones comenzaron a celebrar citas ya tradicionales, como la semana de cine espiritual, con otras más recientes que han venido para quedarse, como los relicatgames o el Torneo Escolar de Debate, y a zambullirse en la Cuaresma con los primeros retiros, pregones y besapiés. A principios de marzo, nuestro arzobispo cedió al cardenal Omella el testigo al frente de la Conferencia Episcopal Española.

Y llegó como un ciclón. Paró nuestros relojes y trastocó el día a día de todos nosotros. Nos obligó a suspender procesiones y misas, confirmaciones y comuniones, visitas y viajes, abrazos y despedidas. Y, sobre todo, se llevó por delante muchas vidas que no tuvieron ni consuelo en sus últimas horas ni un adiós digno en el Señor. Y entre confinamientos y desconfinamientos, aforos y distanciamientos, mascarillas y miedos transcurrieron los últimos meses del curso y, desgraciadamente, estos primeros compases del nuevo.

Obispos, sacerdotes y hermandades hicieron lo posible por incentivar la creatividad pastoral y seguir en contacto con los fieles, ya fuera con mensajes de aliento en youtube como los de nuestro arzobispo, ya con videoconferencias, misas retransmitidas, contactos telefónicos o de correo electrónico, grupos de wassap… Don Ricardo presidió el Triduo Pascual en una catedral prácticamente vacía, pero su mensaje esperanzado solicitando que la luz de la Pascua llegara para iluminar nuestras calles, familias y colegios, viajó a través de las redes sociales hasta llegar a miles de hogares.

La sociedad se confinó, pero la Iglesia mantuvo su actividad desplegada y viva con la evangelización de sus pastores, la cesión de sus espacios, la acción de los voluntarios, las aportaciones económicas, empezando por las de los propios sacerdotes,… El proyecto San José para la acogida en confinamiento de los más necesitados en el Seminario Diocesano o el fondo Comunidad 2020 con el que se persigue paliar los efectos de la crisis económica, son solo dos ejemplos de la intensa labor desarrollada por Cáritas, con los que se constata que la iglesia siempre ha estado y estará cerca.

La paulatina vuelta a los templos, con exquisito cuidado de sacerdotes y fieles en el cumplimiento de las medidas higiénico-sanitarias, permitió la celebración de Pentecostés en este curso en el que la Iglesia española tenía su mirada puesta en el laicado; la Semana del Corazón de Jesús, y la solemnidad del Corpus Christi. No hubo procesiones por las calles, pero sí una inyección de esperanza, porque sabemos que la Eucaristía es alimento en nuestro camino y nos hace participar del pan de la vida eterna.

Antes, en la festividad de Jesucristo Sumo y eterno sacerdote, Don Ricardo presidió en la catedral el funeral por los sacerdotes fallecidos durante la pandemia: José Guerra, Daniel Redondo, Antonio Sanz del Valle, Roberto García, Germán García y Julio Vivas. Nuestro recuerdo está con ellos y con los otros sacerdotes que este curso partieron a la casa del Padre. Descansen también en paz Marciano Zamora, Javier Sanz, Alejandro Ovelleiro, Jano, Arturo Alburquerque, Félix López Zarzuelo, Fernando Martín, Eliecer Vázquez, Lorenzo Rubio y Vicente Vara, así como todos los religiosos y laicos que nos dejaron en los últimos meses.

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En memoria de las víctimas directas e indirectas de la pandemia, la catedral acogió el 25 de julio, festividad de Santiago apóstol, una misa-funeral diocesana, donde nuestro pastor solicitó para ellos el descanso eterno y nos animó a reconstruir todo lo destruido

De cara al futuro nunca tenemos seguridad plena ni el riesgo es nulo; son muchos los factores que nos hacen vulnerables, pero la incertidumbre no debe paralizarnos. Empezamos un nuevo curso en el que debemos afrontar nuestras tareas pastorales con precaución, y también con decisión, confianza y creatividad. Pues no somos señores del futuro, vivamos humildemente ante Dios y pongámonos bajo su providencia